20 mayo 2018

¿Y tú a quien imitas?


“Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados, y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios” (Efesios 5.1-2)


Muchos de nosotros tenemos alguien a quien admiramos, que nos fascina la forma de como ese alguien actúa, que nos encanta como desempeña su profesión, ya sea un adorador, un predicador, un artista,  un deportista, un maestro, etc.

Tener un ejemplo a seguir es bueno siempre y cuando nos incite a ser cada día mejores, quizás observábamos a un deportista y queríamos ser tan habilidoso, con la misma fuerza, resistencia y técnica que él; tal vez mirábamos como ejemplo a algún artista de música, o alguna figura pública, o a  nuestros padres, hermanos o algún compañero del colegio.
No es malo tener una persona que sea un modelo de conducta para ti, sabiendo que un modelo de conducta es una persona que respetas, admiras y deseas imitar. Te des cuenta o no, todos tenemos modelos de conducta.

Cuando llegamos a los caminos del Señor arrastramos esta mentalidad la cual no es mala, siempre y cuando esas personas no se conviertan en un ídolo para nuestra vida quitando el primer lugar a Dios. Suele ocurrir que en vez de sentir admiración por estas personas empezamos a adorarlas como si fuera el mismo Dios, y en algunos casos ni Dios mismo es adorado de esa magnitud.

Si estás buscando un modelo de conducta, la Sagrada Escritura es un buen lugar para buscarlo. En el libro de Efesios, Pablo le dice a las creyentes de la iglesia de Éfeso “Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados, y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios”. (Efesios 5.1-2).
Si queremos ser imitadores de Dios, debemos imitar lo que ÉL hace, para entonces llegar a ser como ÉL es.
Dios es amor (1 Juan 4.8), por eso debemos andar en amor. (Efesios 5.1-2)
Dios es luz (1 Juan 1.5), por eso debemos andar en luz. (Efesio 5.3- 14)
Dios es verdad (1 Juan 5.6), por eso debemos andar sabiamente (Efesios 5.15-21).

El Señor no nos obliga a imitarlo. Más bien, nos honra concediéndonos libre albedrío. Por lo tanto, cada uno de nosotros debemos decidir si nos esforzaremos por actuar como El actúa. (Deuteronomio 30.19-20).  


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