23 noviembre 2014

No todo lo que brilla es oro.

Últimamente casi todos los partidos políticos en España están presentados a sus  futuros candidatos a liderar sus filas a jóvenes políticos, muy bien preparados, titulados superiores en derecho y economía, personas con muchas ganas, grandes elocuentes, saben cómo llegar a las personas. 



Es como si nos quisieran vender unos políticos diferentes que nos agraden a los ojos, que los votemos por lo jóvenes que son, por sus títulos universitarios, por sus promesas de arreglar todo lo desarreglado, pero en realidad a la hora de la verdad, será así, o nos llevaremos una  nueva frustración. 
Muchas veces nos dejamos impresionar por el físico, por la inteligencia, por la forma de hablar, o hasta por la hermosura de una persona, pero casi siempre nos olvidamos de mirar su interior, su corazón.

Dios envía al profeta Samuel a elegir el sustituto de Saúl como rey de Israel, Samuel iba buscando alguien que se pareciese a Saúl, alto atractivo,  este era un hombre que impresionaba por su apariencia, pero el Señor le dice a Samuel: "No mires a su apariencia, ni a lo alto de su estatura, porque lo he desechado; porque Dios no ve como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el Señor mira el corazón." [1]

La posición de David dentro de su familia era tan baja que ni siquiera le llamaron para reunirse con el profeta Samuel. Era meramente el más joven, el menos preparado, se dedicaba a pastorear las ovejas de la familia, sin embargo fue el elegido por Dios para ser el rey de Israel, para realizar grandes obras, y para ser parte de la línea familiar que produciría al salvador del mundo.
Obviamente Dios nos vio a David de la misma forma que la venia su propia familia.

Hay un dicho popular que dice: No todo lo que brilla es oro; lo que puede lucir bueno y agradable a la vista puede ser dañino y maligno. Lamentablemente, cuando miramos con los ojos físicos vemos lo externo y somos dados a hacer juicio, el cual, la mayoría de las veces, es equivocado.

Pero esto también pasa en nuestra vida, cuántas veces nos mostramos delante de los hombres con palabras tiernas, cariñosas y apasionadas, pero que en realidad se muestran mentirosas o, por lo menos, pasajeras, porque no reflejan verdaderamente los sentimientos de nuestro corazón.

Dios tiene perfecto conocimiento, no sólo de cuanto decimos o hacemos, sino también de nuestros pensamientos más secretos. Discierne todo lo que nuestro corazón encierra, aun cuando nosotros mismos no lo veamos en la mayoría de los casos. Una vez bien comprendido esto, podemos orar, como lo hacía el Salmista. “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos;  Y ve si hay en mí camino de perversidad,  Y guíame en el camino eterno”. [2]

[1].- 1 Samuel 17.6

[2].- Salmo 139-23-24

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