El domingo pasado aquí en España se celebró el día de la
madre y en la mayoría de países de América Latina el próximo domingo. La marca más
hermosa de la naturaleza humana es propiedad de la mujer: a ella le pertenece
el don maravilloso y extraordinario de ser madre y dar vida a un ser humano.
Por ellas, que nunca fallan, que siempre están donde más las necesitamos (a
cualquier hora y aunque os separen cientos o miles de kilómetros). A esas
madres que pueden descifrar nuestro estado de ánimo con solo mirarnos o
escucharnos, que nos dan los más reconfortantes abrazos, que saben lo que nos
preocupa antes de que se lo cuentes, que nunca se equivocan cuando aconsejan lo
mejor para ti (aunque siempre tes des cuenta tarde).
Por ellas, sí, por nuestras madres, y por todos estos “detalles”
si hay una muy buena razón por la que celebrar el “Día de la Madre” y con ello
una para mostrar el merecido cariño, ya sea en forma de llamada, de regalo, de
detalle, de sorpresa o de encuentro familia.
Pero hoy quiero alentarles a que cambie su pregunta
principal de: ¿Qué le compraré a mi mamá? Por: ¿Estoy honrando a mi madre y
cómo puedo hacerlo mejor?
No me malinterpreten, no estoy diciendo que no deberías hacerles
un bonito regalo a su madre, pero si estoy diciendo, que deberíamos
preguntarnos ¿Cómo la honraremos, la veneraremos, la bendeciremos mejor?
He aquí algunas sugerencias:
Primero. Quiero sugerirles que en la parte superior de nuestra
lista de oración debería estar siempre nuestra madre y agradecer a Dios por
ella. Y decirla que estamos orando por ella. No creo que se sienta nadie más
honrado que cuando sabemos que alguien ora por nosotros.
Segundo. Llámela. Nada comunica mejor, la llamamos nos
preocupamos por ella y de esa manera la estamos honrando. No nos podemos
imaginar el poder que tiene una llamada telefónica o una visita regular.
Proverbios 23.22 dice "no desprecies a tu madre cuando sea mayor", la
palabra "despreciar" tiene el sentido de tratarla como insignificante
para ti. Dios tiene razón, ¿no es así? Las madres nunca deben sentirse
insignificantes para sus hijos.
3.- Comparte al Señor Jesús con ella. Hónrela lo suficiente
como para preocuparse por su salud espiritual. Eso no es fácil, lo sé. Pero
comience por orar por oportunidades y pedirle a Dios que sea misericordioso con
ella de la misma manera que lo ha sido con nosotros. Y que el Señor abra una
comunicación regular que facilite oportunidades (vea el punto anterior sobre
llamadas telefónicas).
Pero, por supuesto, reconozco, tristemente, que esto no siempre
es posible. A veces, la relación no existe porque la muerte se la ha llevado como
es mi caso, y entonces no hay una relación real de la que hablar. El Salmo 27.10
brinda algo de consuelo si esa es también tu situación: “Aunque mi padre y mi
madre me dejaran, Con todo, Jehová me recogerá”.
Pero para aquellos de vosotros bendecidos con una relación con
nuestra madre, usemos este día como un recordatorio anual de esa importante
obligación de honrarla.
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