03 agosto 2014

Días malos y días buenos

Esta semana vi a un compañero algo preocupado, me acerque y le pregunte, que era aquello que le tenía tan pensativo, su respuesta fue algo así como un dicho que se dice mucho en España,  “llevo un día de perros, si no hubiera amanecido hoy no hubiera pasado nada”. Me estaba diciendo que llevaba un día malo, que todo le estaba saliendo mal.


Seguro que tú también has tenido días buenos y días malos, cuando digo días buenos me refiero a días sin problemas, días normales de trabajo, estudios, etc. Por el contrario los días malos son esos días donde todo resulta extraño, en que todo te sale mal llegas tarde al trabajo, se avería el bus, y empiezan a salir pequeños contratiempos por todas partes, pareciera que alguien nos está obstaculizando el día. Pero que hacemos en estos días conflictivos, abandonamos y nos volvemos a casa, o los afrontamos.

Debemos aprender a vivir sea cual sea nuestra circunstancia, debemos aprender a buscar el secreto para hacerle frente a los buenos como a los malos días, para ello Pablo nos dan un gran consejo, el se dirigía a los Filipenses y les decía: He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. [1]

¿Tenemos un mal día o estamos descontentos porque no tenemos lo que anhelamos tener? Aprendamos a apoyarse en las promesas de Dios y en el poder de Cristo que nos ayudará a contentarnos a pesar de nuestra situación. Si nuestro día no es tan bueno como quisiéramos, pidamos a Dios que trate este deseo y que nos enseñe a estar contento en cualquier situación.

Podemos confiar en que Dios suplirá siempre nuestras necesidades en esos días malos. El nos proveerá todo lo que necesitemos, aun el valor para enfrentar la muerte como lo hizo Pablo. Sin embargo, debemos recordar la diferencia entre nuestros deseos y nuestras necesidades. La mayoría de la gente quiere sentirse bien evitando el dolor y la incomodidad.

Tantos los buenos días como los malos días son necesarios en la vida diaria, uno para ser feliz y el día malo para darnos experiencia. Por eso al final del día damos gracias a Dios como lo hacemos cada mañana por un nuevo día y por la noche por otro que se va. No te arrepientas por los errores que cometiste ni porque el día fue tan malo, al contrario deja que tu corazón se llene de agradecimiento por lo aprendido en los malos momentos y por la alegría en los buenos momentos.



[1].- Filipenses 4.11-12

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