09 marzo 2014

Hombres de Dios

Hace unos días se han entregado los premios  Óscar, también llamados «premios de la Academia», son unos premios concedidos por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas,  en reconocimiento a la excelencia de los profesionales en la industria cinematográfica, incluyendo directores, actores y escritores, y es ampliamente considerado el máximo honor en el cine.  


Para los estudios, agentes, managers y actores  ganar el Óscar no solo significa, dinero y fama, sino que les reconozcan como los mejores, esto es algo que el hombre siempre ha anhelado, que le “reconozcan” o que le den el “titulo” del mejor del mundo.

Todos tenemos una necesidad de reconocimiento, necesidad de que reconozcan nuestras cualidades y actitudes, nos gustan que nos pongan “títulos”, y si no, no los ponen, no los ponemos nosotros mismos.
Un día me invitaron a presentar a un hermano para el cargo en una institución cristiana, cuál fue mi sorpresa a leer el currículo del citado hermano que me negué por completo a leer los “títulos” y “reconocimientos”, dicho hermano pensaba que le concederían el cargo por los títulos que representaba.

Pero hay un  titulo, un reconocimiento que todos deberíamos anhelar. El apóstol Pablo le escribe al joven Timoteo, y entre muchas cosas que sin duda hicieron sacudir al corazón de éste joven predicador fueron estas palabras: “Oh hombre de Dios” [1]. Sin duda alguna que esto le hizo sentir un escalofrío desde la cabeza hasta los pies, le hizo sentir un peso más grande de responsabilidad ya que alguien de mucho respeto le estaba llamando “Hombre de Dios”. Quizás este título de “hombre de Dios” no  de tanta fama como los Oscar, ni tanto dinero, ni se  reconozca tanto, pero ten seguro que por muchos días hará resonar en tus oídos y en tu corazón las Palabras  “Hombre de Dios”, el título más honroso que se le puede dar a un hombre.

Personalmente nunca me han dado un premio, ni se me ha reconocido ningún merito, no tengo ningún título, ni académico, ni cultural, ni espiritual, pero si quiero que el día de mañana cuando parta a la presencia de Dios en vez de ponerme cruces y en vez de escribirme en el epitafio descanse en paz, me reconozcan con el titulo de   hombre de Dios.


[1].- 1 Timoteo 6.11-12

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