17 marzo 2013

Enfermedad: Oportunidad de cambio



La enfermedad ha acompañado al ser humano a lo largo de la historia de la humanidad y siempre ha tenido una connotación negativa, por el deterioro orgánico que se produce y, a entendimiento de algunas personas, también moral. Pero también hemos experimentando que en ciertos momentos y en ciertas personas que no conocían a Dios, y que incluso de declaraban ateas, hubo un cambio significativo en sus vidas.


La enfermedad está en todos, en los creyentes y en los no creyentes, la gracia no coloca al creyente fuera del alcance de la enfermedad. Las riquezas no pueden comprar la nulidad de la enfermedad. Los reyes y gobernantes, los ricos y los pobres, los cultos y los incultos, los doctores y los pacientes,  todos por igual sufren alguna enfermedad, nadie está libre, nadie tiene la llave  que puedan protegerlo de la enfermedad y la muerte.

La enfermedad es a menudo una de las pruebas más humillantes y penosas que pueden venir a un hombre. Puede convertir al más fuerte en el más débil, acobardar al más valiente, y hacernos temblar, simplemente por estar en un hospital. La influencia que algunas enfermedades ejercer sobre el carácter y el ánimo, es inmensamente grande.

La enfermedad no puede prevenirse mediante algo que el hombre pueda hacer. El promedio de vida quizá se pueda alargar un poco. Estudios e investigaciones  puede descubrir nuevos remedios, y lograr curaciones sorprendentes y  reducir grandemente la tasa de mortalidad, pero la realidad es que los hombres enferman y mueren.
Nuestro trabajo en los hospitales como capellanes nos ha confirmado que la enfermedad también nos trae beneficios, y beneficios buenos. Hombres y mujeres que después de pasar un tiempo en estado crítico, tomaron decisiones importantes para su vida y dieron pasos que vinieron a transformar su vida, hasta el punto que pasado un tiempo pueden testificar que la enfermedad fue una bendición para su vida.

La enfermedad nos ayuda para pensar seriamente en Dios. La mayoría de la gente, cuando goza de salud, no tiene tiempo para tales pensamientos, les disgustan, los echan fuera, los consideran molestos y desagradables. Pero una enfermedad y un ingreso en el hospital tienen a veces un maravilloso poder de cambiar nuestros planes, considerar nuestras prioridades, y de aceptar a Cristo como Señor y Salvador de nuestras vidas. Hay algunos ejemplos en la Biblia de hombres que pasaron por estas situaciones, el rey Ben-adad, cuando enfermó, pudo pensar en Elías. [1]. Cuando Jonás se embarco y por su causa los marineros paganos, vieron la muerte cerca, cada uno clamo a su dios. [2]

La enfermedad ayuda y ablanda  los corazones de los hombres, y les enseña sabiduría. El corazón natural es tan duro como una piedra, y no puede ver ningún beneficio  en nada que no sea de este mundo, y ninguna felicidad excepto la que da este mundo. Una larga enfermedad es de mucha ayuda para corregir estas ideas y valorar cosas que antes no les dábamos demasiada importancia. El hombre de negocios descubre que el dinero en sí no es todo lo necesario para ser feliz. Nos damos cuenta que muchas cosas que parecen de suma importancia durante el tiempo de salud no lo son tanto; incluso se vuelven secundarias, cuando no  totalmente  irrelevantes.

Y por último la enfermedad nos ayuda a doblar nuestras rodillas  y a humillarnos. Todos somos por naturaleza orgullosos y altivos, pocos, están libres de esta mala “enfermedad”. Una cama de enfermo es una domadora poderosa de pensamientos como éstos. Fuerza en nosotros la clara verdad que todos nosotros somos pobres gusanos, que "habitamos en casas de barro," y que somos "quebrantados por la polilla" [3]

Asumir que la enfermedad ha sido una bendición para nuestra vida puede sonarnos a exageración, pero la experiencia demuestra que no lo es.
[1].- (2 Reyes 8: 7)
[2].- (Jonás 1: 5.)
[3].- (Job 4:19)

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