22 octubre 2011

¡Cuál grande bosque enciende un pequeño fuego!

No es nada del otro jueves el que una persona exprese los sentimientos más piadosos un día, y repita las historias más denigrantes al siguiente. Nadie se extraña cuando una persona habla con palabras dulces en una reunión de la iglesia, y cuando sale masacra la reputación de alguien con lengua de víbora.

Sabemos muy bien por propia experiencia que hay una quiebra en la naturaleza humana. Todos tenemos algo de ángeles y algo de simios, algo de héroes y algo de villanos, algo de santos y mucho de pecadores. Santiago estaba convencido de que donde se presenta esta contradicción más evidentemente es en la lengua.

A menudo nos desconcierta nuestro lenguaje contradictorio. A veces es correcto y agrada a Dios pero en otras ocasiones es violento y destructivo. ¿Cuál de estos refleja nuestra verdadera identidad?

La lengua nos da una idea de nuestra naturaleza humana fundamental. Con ella, bendecimos a Dios. Esto era especialmente importante para los judíos. Siempre que se mencionaba el nombre de Dios, los judíos exclamaban: «¡Bendito sea!» Tres veces al día, Y, sin embargo, las mismas bocas y lenguas que bendecían a Dios de manera frecuente y piadosa, maldecían a las personas. Para Santiago eso era absolutamente antinatural, tanto como que una misma fuente fluyera agua dulce y agua salada, o un árbol diera frutos totalmente distintos. Aquello podría estar muy mal y ser contrario a la naturaleza, pero era y es trágicamente corriente.

Hasta las lenguas de los apóstoles podían decir cosas totalmente contradictorias, Pedro podía decir: «Aunque tenga que morir contigo, ¡no Te negaré!», y esa misma lengua suya negaría a Jesús poco tiempo después con juramentos y maldiciones. El Juan que dijo: «Hijitos, amaos unos a otros,» era el mismo que había querido una vez hacer que lloviera fuego del cielo y arrasara una aldea samaritana

Muchos hablan con impecable cortesía a los extraños, y hasta predican el amor y la amabilidad, y saltan y se ponen furiosos por nada con su familia. No es una cosa del otro mundo el usar una lengua muy piadosa el domingo y otra soez y blasfema el lunes.

Las cosas, dice Santiago, no deberían ser así. Es cierto que algunas drogas son curativas en algunos casos y venenosas a veces; son bendiciones para el que las usa por prescripción médica, pero perjudiciales hasta no poder más cuando se toman incontroladamente. Así la lengua puede bendecir y maldecir; puede producir o mitigar el dolor; puede decir las cosas más delicadas, o las más ofensivas. Es uno de los deberes más difíciles y obvios el impedir que la lengua no se contradiga a sí misma, sino que diga siempre tales cosas, y de tal manera, como querríamos que Dios pudiera oír.

Fuimos hechos a la imagen de Dios, pero también hemos caído en el pecado. Dios está interesado en cambiarnos de adentro hacia afuera. Cuando el Espíritu Santo purifica un corazón también da dominio propio de modo que la persona pueda decir las palabras que agradan a Dios

No hay comentarios:

Publicar un comentario

ÚLTIMA ENTRADA PUBLICADA

El Dios de las segundas oportunidades

Hoy en día, si cometes un error, estás perdido. Un tweet incorrecto puede significar que tengas un grave problema. Un comentario irreflexivo...