02 septiembre 2022

“Cuando soy débil, entonces soy fuerte”

Las bienaventuranzas de Jesús están destinadas a impactarnos en la forma en que contrarrestan los instintos e interrumpen las inclinaciones de la gente de hoy día de una manera muy consistente. Destacaba más a los mansos que a los airados; destacaba más a los pobres de espíritu que a los autosuficientes; destacaba más a los vituperados que a los alabados. En estos días estoy preparando una serie de estudios basados en las bienaventuranzas, y no es que quiera añadir ninguna más, Dios me libre, pero echo quizás una de menos, y estoy convencido que si Jesús añadiera una sola más esta sería: “Bienaventurados los débiles, porque ellos tendrán la fuerza de Dios”.

Aunque las palabras exactas no se encuentran en las Sagradas Escrituras, comunican un énfasis bíblico: aquellos que son débiles experimentan especialmente la fuerza de Dios. Porque como dijo el Señor al Apóstol Pablo: “Te basta mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad… y siguió Pablo diciendo: Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12.9-10).

“Cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Esta es una verdad que a menudo vemos ilustrada en la vida común. Un hermano de la iglesia necesita una mano para reparar su hogar, ahí está el hermano que le presta su tiempo, sus habilidades y junto con él soluciona el problema. Un vecino de avanzada edad no puede ir al médico solo, tiene problemas para caminar, pero ahí está el vecino que empatiza con este hombre y pone a su disposición su auto para lo que haga falta. Un grupo de compañeras invitan y ayudan a una compañera en silla de rueda para que pueda asistir a un concierto de música, disfrutando como si nada pasara.

Los corazones de los verdaderos cristianos, de los verdaderos amigos están con los que están afligidos, con los enfermos, con los que no tienen fuerzas propias. De esta manera, su debilidad es su fuerza, porque atrae la ayuda del prójimo. Su debilidad es la misma cualidad que los hace fuertes, porque obliga a otros a unirse a su causa, a prestarles sus habilidades, su poder, su vigor, su ayuda. La debilidad es el secreto de su fuerza.

La falta de autosuficiencia de Pablo fue la razón por la que Dios ejerció una fuerza tan grande a su favor.

Y así, Dios se une a la causa de los débiles. Aunque Pablo había orado para que Dios quitara su “aguijón”, estaba contento de vivir con eso porque sabía que lo convertía en objeto de la gracias de Dios y, por lo tanto, en la fuerza de Dios. Su debilidad lo hizo más fuerte, porque por su debilidad Dios puso su brazo alrededor de su hombro, Dios lo empujó, y llevó hasta la meta, Dios lo ayudó a lograr lo que no podía lograr por sí mismo. La falta de autosuficiencia de Pablo fue la razón por la que Dios ejerció una fuerza tan grande a su favor.

Estás pasando momentos difíciles, te fallan las fuerzas, no sientes a Dios como antes, no debemos preocuparnos, porque nuestra debilidad atrae la mirada de Dios, el corazón de Dios, la fuerza de Dios. Por lo tanto, con confiada expectativa recibimos nuestras enfermedades, nos sometemos en nuestros dolores, nos inclinamos ante Dios en nuestro sufrimiento. Con razón decimos: “¡Bienaventurados los débiles, porque ellos tendrán la fuerza de Dios!” Si hay algún secreto de nuestra fuerza, se encuentra en nuestra debilidad.

 

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