17 junio 2022

Buscando el mejor milagro.

No ha sido la primera vez, suele ocurrir cada vez que te encuentras personas escépticas que se burlan de los creyentes pidiendo evidencia de Dios. Esta semana en mi visita al hospital me encontré con un familiar de un paciente que me insistió en que le diera evidencias de que Dios hacia milagros. Y no es nada nuevo la gente de todo el mundo tiene hambre de milagros, hasta el punto de que también afecta a los asistentes a la iglesia. En muchas iglesias de todo el mundo, realizar milagros es una expectativa para los miembros. De hecho, en muchas iglesias, la falta de capacidad para realizar milagros es una señal de que la persona no tiene mucha fe, y entonces Dios no puede actuar.

Lamentablemente, este ha sido el comportamiento del mundo desde que Jesús vino a la tierra. Mucha gente solo siguió a Jesús para que sus enfermedades pudieran ser curadas, sus estómagos llenos o sus enemigos conquistados. Francamente, los milagros que estaban buscando, aunque fascinantes y maravillosos, eran muy, muy finitos, tenían fin. Incluso el increíble milagro de resucitar a Lázaro de entre los muertos fue finito, solo duró algunos años, Lázaro murió de nuevo.

Sin embargo, hay un milagro que perdura para siempre, y aunque puede que no sea tan visible como dar la vista a un ciego, sanar a un enfermo, o incluso ayudar a que la extremidad de alguien vuelva a crecer, es mucho más duradero, de hecho es eternamente más perdurable.

Ese es el milagro de la salvación.

Si amigos el milagro más grande de todos, el milagro de la salvación, es mucho más convincente que cualquier otro. Ver un alma destinada al infierno ser transformada por la palabra de Dios es estimulante, y más aún cuando te das cuenta de que esa alma disfrutará del beneficio de ese milagro por la eternidad.

Y lo especial de este milagro es que Dios se lleva toda la gloria y la honra.

Hay innumerables cristianos a nuestro alrededor, que demuestran la extraordinaria obra del Espíritu Santo en sus vidas, no a través de acciones externas sobrenaturales, sino a través de respuestas internas desde lo más profundo de su corazón. Estos ejemplos son notables. Y están a nuestro alrededor si simplemente asistimos a la iglesia y conocemos a los maravillosos santos con los que Dios nos ha rodeado.

No hay necesidad de buscar los milagros emocionales que duran “unos minutos y luego se van”, casi como si estuviéramos buscando un “subidón” egoísta para sentirnos mejor acerca de nuestras habilidades, más bien buscar los milagros eternamente duraderos en que Dios recibe todo el crédito y que durará para siempre.

 

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