01 abril 2022

Sea un ejemplo en sus palabras

En estos últimos días se ha hablado mucho y de diferentes maneras de la agresión de Will Smith a Chris Rocky. Ha habido diversidad de opiniones, desde que Will Smith no tendría que haber agredido a Chris Rocky, hasta los que opinan que Chris Rocky no debería haber gastado ese tipo de bromas metiendo por medio una enfermedad. Han opinado, humoristas, deportistas, políticos e infinidad de personajes de la actualidad mundial. Cada uno de los que hemos expresado nuestra opinión les hemos echado la culpa a uno o al otro, pero quiero resaltar algo que leí y que me llamo la atención. 

Decía que la verdadera culpa la tenía la organización de los Oscar, porque ellos ya conocían el humor irreverente de Chris Rocky y que todos, absolutamente todos (incluido Smith) conocían muy bien, porque ya tiene precedentes. No es la primera vez que sus chistes de mal gusto sobre pederastas, personas con discapacidad o de otras etnias, son objeto de su peculiar "sentido del humor". 

Vale, puede ser que todos puedan tener cierta culpa, pero yo tengo algo que aportar a todo esto y es que quizás podría haber hecho un buen chiste pero mediando mucho sus palabras. No pensemos en ser cómicos a costa de otras personas. Pensemos más bien en las consecuencias de nuestras palabras y actos de lo que consideramos gracioso, porque lo que para ti puede ser divertido pero para el otro puede ser un verdadero dolor de cabeza.

No es necesario leer mucho en la Biblia para ver el poder de las palabras. En realidad, solo necesitas llegar al tercer verso del primer libro para verlo. En Génesis 1.3 Dios habla y comienza a dar existencia al mundo. Al final del capítulo 2, ha hablado de todo lo que es, incluido la humanidad. Ha declarado que todo lo que ha hecho es bueno y muy bueno. ¡Las palabras de Dios son poderosas!

Las palabras pueden causar mucho bien. Las palabras pueden causar mucho daño.

Luego viene el capítulo 3 y comenzamos a ver el peligro de usar mal las palabras. Aquí Satanás pronuncia palabras destinadas a engañar a los seres humanos, Adán pronuncia palabras destinadas a culpar a su esposa por su propio pecado, Eva pronuncia palabras destinadas a desviar la culpa de sí misma. Para cuando todo esté dicho y hecho, el mundo nunca volverá a ser el mismo, de modo que en Génesis 4, los hermanos se están matando unos a otros y mienten a Dios al respecto.

Las palabras pueden causar mucho bien. Las palabras pueden causar mucho daño.

No es de extrañar, entonces, que Pablo refiriéndose a Timoteo le diese este buen consejo: “se un ejemplo para los creyentes en tu modo de hablar” (1 Timoteo 4.12). Pablo quiere que Timoteo sepa que sus palabras tienen el poder de hacer o deshacer su ministerio. Sus palabras pueden ayudar a otros o dañarlos, pueden animar a otros o destruirlos. Como predicador, pastor y persona influyente, Timoteo hablará muchas palabras y cada una de ellas tendrá el poder de demostrar ser un ejemplo a seguir o un desastre que evitar.

¿Por qué son tan importantes las palabras? Jesús da la respuesta en Lucas 6.45: " El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca". La verdad alarmante es que la boca revela lo que hay en el corazón. Es como si el corazón se desbordara, de modo que lo que está en el corazón sale a borbotones de la boca. Las palabras feas revelan una fealdad interior y las palabras hermosas revelan una belleza interior. Santiago pregunta: ¿Acaso una fuente por la misma abertura echa agua dulce y amarga? (Santiago 3.11)

Obviamente no. El agua salada proviene de un manantial salado al igual que las palabras saladas provienen de un corazón salado.

El mundo actual nos brinda muchas oportunidades para usar nuestras palabras: expresarlas cara a cara, escribirlas en las muchas redes sociales, en un mensaje de texto, pronunciarlas en discursos, en eventos. Nos comunicamos constantemente y cada una de nuestras palabras importa. Cada una de nuestras palabras muestra nuestro corazón.

¿Nuestras palabras dan un ejemplo para que otros lo imiten?

 

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