16 octubre 2021

La única cosa necesaria

Jesús le contesto a Marta “Pero una cosa es necesaria” (Lucas 10.42). No tenemos ninguna dificultad en decidir qué es esa cosa a la que se refería Jesús. No puede ser el mismo Jesús, porque Él no es una cosa. Y no se nos permite decir que podría ser nuestra propia salvación, porque, aunque eso fuese cierto, no se menciona en el contexto. La cosa que María había elegido y que era la única cosa necesaria fue sentarse a los pies de Jesús y escuchar su palabra. Si algo está claro en toda esta historia que ocurrió en casa de Marta y María es que sentarse a los pies de Jesús y escuchar su palabra esto, era lo único que se necesitaba.

La mera postura de sentarse y escuchar la palabra del Salvador no era nada en sí misma. Fue lo que significo en la vida de María. Significo, una disposición a creer lo que Jesús enseñaba, a aceptar y obedecer, es más, a deleitarse en los preceptos que brotaron de sus labios. Y esto es lo único que se necesita. El que lo tiene, bienaventurado es.

Sentarse a los pies de Jesús implica sumisión. Tal persona ya no se resiste a su poder. Ha derribado las armas de su rebelión y ha llegado a reconocer humildemente a Cristo como Señor y Salvador de su vida. Esto es necesario, absolutamente necesario, porque ningún rebelde puede entrar en el reino de los cielos con las armas de rebelión en sus manos. No podemos conocer a Cristo mientras resistimos a Cristo. Debemos reconciliarnos y confesar que Él es el Señor, para la gloria de Dios el Padre.

También sentarse a los pies de Jesús implica fe. María creyó en lo que Jesús dijo y, por lo tanto, se sentó allí para que Él le enseñara. Es absolutamente necesario que tengamos fe en el Señor Jesucristo, en su poder como Dios y hombre, en su muerte como expiatoria, en su crucifixión como sacrificio por nuestros pecados. Debemos confiar en Él como Profeta, Sacerdote y Rey. Él debe ser nuestra esperanza, nuestra salvación. Esta única cosa es una necesidad absoluta.

Sentarse a los pies de Jesús también significa amor. Ella no habría estado sentada allí tranquila y feliz, si ella no lo hubiera amado. Sabía cuánto la había amado y, por lo tanto, cada sílaba era música para su alma. Ella miró una y otra vez, no lo dudo, a ese rostro querido, y a menudo captaba el significado de las palabras más fácilmente al leer su semblante. Su amor por Cristo la convirtió en una discípula dispuesta, y nosotros debemos ser iguales, no debemos aprender de Cristo como los niños ausentes que van a la escuela y deben aprender a base de golpes. Debemos estar ansiosos por aprender. Debemos abrir nuestro corazón ampliamente para que Él pueda llenarlo con sus palabras. Como la tierra sedienta cuando necesita agua, nuestra alma debe anhelar sus mandamientos en todo momento. Cuando somos movidos por este espíritu, hemos encontrado la única cosa necesaria.

Ahora bien, ¿por qué es necesario sentarse a los pies de Jesús? Porque es necesario que recibamos el perdón de nuestros pecados, porque Jesús nunca perdonará al rebelde sin reconocimiento de su rebeldía. Si no acepta a Jesús como Maestro, el pecador no puede tenerlo como Salvador. Mientras nos rebelemos contra Él, no podemos ser salvos por Él. Debemos tener sumisión, por medio del arrepentimiento y la fe, o nuestras transgresiones permanecerán sobre nosotros para nuestra ruina eterna. Pero nadie puede detener la corrupción en un hombre sino Cristo, que ha venido para destruir las obras del diablo y salvar a su pueblo de sus pecados.

Entonces, sentarse a los pies de Jesús es lo único que se necesita.

 

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