09 octubre 2020

Sepulcros blanqueados

Se cuenta la historia de un santo oriental que se cubría de cenizas como señal de humildad y con regularidad se sentaba en la esquina de una calle famosa de su ciudad. Cuando los turistas le pedían permiso para tomarle una fotografía, el hombre reacomodaba las cenizas para dar la mejor imagen de miseria y humildad.  Gran parte de la religión equivale a nada más que “cenizas” religiosas reacomodadas para impresionar al mundo con la supuesta humildad y devoción del individuo.


Por supuesto, el problema es que esa humildad es un acto fingido, y la devoción es hacia el ego, no hacia Dios. Es un acto hipócrita, que finge una cualidad, sentimiento, virtud u opinión que no tiene. Tal religión no es nada más que un juego de hipocresía de fingimiento, un juego en el cual los escribas y fariseos de la época de Jesús eran maestros.

Debido a que su religión era sobre todo un espectáculo y una burla del camino de la verdad revelada de Dios para su pueblo, las denuncias más fuertes de Jesús estaban reservadas para estos dirigentes religiosos. Pero ellos no eran los primeros ni los últimos hipócritas. Desde la caída del hombre ha habido hipócritas. La Biblia los menciona desde Génesis hasta Apocalipsis.

Caín fue el primer hipócrita que fingió adorar al ofrecer un tipo de sacrificio que Dios no quería. Cuando la hipocresía de Caín fue desenmascarada este mató a su hermano Abel por resentimiento (Génesis 4.8). Absalón juró hipócritamente lealtad a su padre, el rey David, mientras le daba una puñalada por la espalda (2 Samuel 15.7-10).

El principal hipócrita fue Judas Iscariote, quien traicionó al Señor con un beso. Ananías y Safira afirmaron de manera hipócrita haber dado a la iglesia todos los ingresos de la venta de una propiedad, y perdieron la vida por mentir al Espíritu Santo (Hechos 5.1-10)

Todavía hay hipócritas en la iglesia moderna, y Pablo nos asegura que los habrá al final de los tiempos. “El Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que [tienen] cauterizada la conciencia” (1 Timoteo 4.1-2)

El profeta Isaías denunció la hipocresía en su tiempo: "Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado" (Isaías 29.13). Siglos más tarde, Jesús citó este versículo, apuntando a la misma condenación de los líderes religiosos de Su día (Mateo 15.8-9).

Jesús igualmente tomó una postura firme contra la santurronería; llamó a los hipócritas "lobos vestidos de ovejas" (Mateo 7.15), "sepulcros blanqueados" (Mateo 23.27), "serpientes" y "generación de víboras" (Mateo 23.33).

Como hijos de Dios, todo lo que hacemos debe ser coherente con lo que creemos y lo que somos en Cristo. La actuación es para el teatro, no para la vida real.

 

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