21 marzo 2020

¿Congregaciones abiertas o cerradas?


Hay una pregunta en el aire en el mundo cristiano, muchos se preguntan: ¿Es correcto que las congregaciones suspendan sus reuniones por el coronavirus?  Son muchos, unos 4000 lugares de culto evangélicos que han cerrado sus locales suspendiendo todos los cultos, reuniones, y demás actividades presenciales por un mínimo de dos semanas. 


Sin embargo algunas, las mínimas (la información que tengo son tres en el territorio Español) decidieron mantener sus locales abiertos aludiendo entre otras cosas que, en una situación de crisis como la actual donde todo el mundo está verdaderamente preocupado, ellos trata de buscar una solución, reuniéndose porque «ellos creen en el poder de Dios». Por otro lado decenas de vecinos de la barriada de las tres mil viviendas, una de las más humildes de Sevilla, se juntaron en la calle cantando el pasado miércoles, “Jesús, sana mi cuerpo, sana mi alma” desafiando la cuarentena impuesta por el estado de alarma.

Como siempre que ocurre esto hay opiniones para todos los gustos. Pero si tenemos en cuenta que estamos confinados en nuestros hogares por Real Decreto, y solo salimos para comprar alimentos o medicamentos, es absurdo que por otro lado rompamos la cuarentena para congregarnos cuando tenemos otros medios para cantar, alabar, enseñar y orar, y así respetar las ordenanzas.

Personalmente la congregación a la cual asisto hemos sido rigurosos con las normas establecidas por Ferede y las del Real Decreto y hemos suspendidos todas las reuniones hasta nueva orden. Valorando esta decisión me pregunto ¿Hicimos lo correcto? Yo creo que sí, por las siguientes razones:

Para proteger a nuestras familias, a nuestro prójimo y a nosotros mismos. Sabemos que este virus no es tan letal como otros, pero si es mucho más contagioso, por eso es muy recomendable practicar el “distanciamiento social”. Entonces suspender las reuniones de nuestras iglesias es una muestra clara de sentido común, en caso contrario sería una autentica negligencia por nuestra parte.

Otra de las razones es porque la palabra de Dios nos exhortan a someternos a las autoridades que gobiernan (Romano 13.1-7; 1 Pedro 2.13-14). Aunque sabemos que hay dos excepciones a ese deber de someternos a las autoridades: cuando estas nos mandan hacer aquello que Dios nos prohíbe hacer; y cuando nos prohíben hacer aquello que Dios nos manda hacer. Pero este no es el caso.

Pero sobre todo por el bien de nuestro testimonio. El mundo nos observa. Tristemente, se aprovechará de cualquier excusa para hablar mal de nosotros y, lo que es mucho más grave, para hablar mal de nuestro Señor y su Palabra, y me limito a esas iglesias que no han respetado las normas establecidas por Ferede y las del Real Decreto, y que no han hecho nada bien por el testimonio cristiano. Si queremos tener un buen testimonio, no es suficiente que evitemos hacer lo malo; tenemos que evitar la apariencia del mal. No podemos evitar que se hable mal de nosotros, pero lo que sí podemos y debemos evitar es dar razones para eso.

Las decisiones que tomemos ante el coronavirus pueden hacer daño a nuestro testimonio, o pueden convertirse en oportunidades para el evangelio, cuando la gente vea nuestra confianza en el Señor, nuestro amor los unos por los otros y por nuestros prójimos, y nuestra colaboración como ciudadanos responsables, seremos un buen testimonio del amor de Dios.

Tampoco estoy diciendo que dejemos de congregarnos, ni de orar, estoy diciendo que existen otras alternativas como la tecnología que nos permite estar reunidos sin salir de casa. Nuestra congregación no es una de las más avanzadas en cuanto al uso de la tecnología, pero eso si con alguna dificultad hemos hecho nuestro primer culto de oración en directo con varios hermanos. Y estamos aprendiendo a hacer reuniones de discipulado, estudios bíblicos y consejería.

¿Que no es lo ideal?, estoy de acuerdo. Nada puede reemplazar reunirnos en persona para adorar a nuestro Dios. Pero en la situación que vivimos actualmente la tecnología nos ayuda a mantenernos en comunión y edificarnos unos a otros.

Es bueno y correcto que nosotros lamentemos la interrupción de nuestros cultos dominicales y demás reuniones y actividades. Lo malo sería que no lo echáramos de menos. Estos tiempos alejados de nuestros templos son tiempos de prueba: de nuestra confianza en el Señor, de nuestro amor por nuestros hermanos y por nuestros prójimos, y de la realidad de nuestra profesión de fe.

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