15 julio 2018

No cambies.... a peor


Doy por hecho que vivimos en un mundo de cambios. Es cierto, el entorno que nos rodea cambia constantemente, vivimos en una época donde vemos cambios que tiene lugar en muchas áreas incluyendo aspectos políticos, científicos, tecnológicos y en donde las tecnologías cambian la forma en que nos comunicamos, vivimos y actuamos.


Asumo todos esos cambios, porque entiendo que son buenos, (aunque no siempre), para nuestro día a día, pero lo que no estoy dispuesto aceptar es a la evolución del cristianismo. La Biblia nos enseña que Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (Hebreos 13.8). No todo evoluciona o cambia. Jesucristo es el mismo.

Hace ya, unos cuantos años, (28) que acepte a Cristo como Señor y Salvador de mi vida, y si de algo me arrepiento es no haberlo hecho antes. Para mí no fue muy complicado pues tenía que dar un cambio radical a mi vida y el Señor me ofreció esa oportunidad pero también tuve el privilegio de tener a mi alrededor personas que me ayudaron dándome todo, a cambio de nada. Personas que no solo me abrieron su corazón sino también su casa, su ayuda, su compañía, su empatía, y eso pequeños detalles tocaron mi corazón. 

Estas personas me enseñaron a amar a Dios y amar la Biblia, me enseñaron a orar y a buscar a Dios con todo mi corazón. Pero no me dieron ninguna clase, ni nada parecido, me enseñaron a través de su testimonio, de su andar diario, me enseñaron a ser cristianos de todo corazón. Por otro lado conocí a predicadores, y cantantes cristianos que ofrecían sus dones a los demás sin cobrar ningún fijo, y sin exigir hoteles de cinco estrellas, se hospedaban en la casa del pastor, y claro todos estos eventos eran gratis. Estábamos encantados que llegara los domingos por la tarde para salir a las calles y parques y hacer campañas de evangelismo, donde testificábamos del cambio que había hecho Dios en nuestra vida. En las iglesias se predicaba la sana doctrina, se hablaba de arrepentimiento, de nacer de nuevo, de cambiar de vida, y aunque entendíamos que el dinero era necesario, para pagar alquileres, gastos de la iglesia, etc, no era lo más importante, lo más importante era que las personas aceptaran y conocieran a Dios.

Todo esto lo aprendí y lo llevo en mi corazón, y me duele ver ahora todo esto pero al revés, la gente te dice como tienes que hacer las cosas, pero no te enseña a hacer las cosas. Cantantes y predicadores exigen fijos y hoteles de gran lujo para ellos y sus acompañantes, las iglesias organizan conciertos, seminarios, campamentos para ganar dinero, y lo que más me duele es ver como tantos pastores-pedigüeños que están maltratando económicamente a tantas personas.

Ya cambie de la manera de vivir un día y para mejor, aprendí a vivir de una manera diferente, a honrar a mis  padres, a compartir y amar a mi prójimo, y sobre todo a amar a Dios con todo mi alma mi mete y mi corazón, y a tener las Sagradas Escrituras como guía para mi andar diario. Son ya 28 años de felicidad, si con problemas, luchas, pruebas, circunstancias adversas, pero aprendí a contentarme cualquier que sea mi situación.

Puede que la sociedad cambie, que el mundo evolucione, que muchas personas piensen que vamos hacia adelante con tantos cambios, pero Jesús y sus enseñanzas son las mismas ayer hoy y por los siglos, por lo tanto, continuemos los buenos ejemplos de quienes han invertido parte de ellos mismos en nosotros, en la predicación del Evangelio, el servicio y la educación cristiana, porque a pesar de que muchos “pastores y líderes”  tienen mucho que ofrecer, debemos fijar nuestros ojos en Cristo, (Hebreos 12.2), nuestro guía supremo. A diferencia de los líderes humanos, El nunca cambiará. Cristo ha sido y será el mismo por siempre. 
En un mundo cambiante podemos confiar en nuestro Señor que no cambia.

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