10 marzo 2018

Arraigados en la palabra de Dios


Viendo lo que veo, me da la sensación de que parece que es un buen tiempo para ser un falso maestro y promover doctrinas contrarias a las Sagradas Escrituras. Pareciera que a los falsos maestros más descarados de hoy se les presta más atención y, con toda seguridad tienen las iglesias con más asistencia que ninguna otra.


Y yo me pregunto ¿Por qué será?, será que sus sermones de prosperidad, éxito y poder mental son mas atrayentes que la predicación Bíblica. Los que predican sobre el pecado, sobre el arrepentimiento, sobre la justicia de Dios son los que corren el riesgo de ser catalogado de «odiosos». Se tiene más paciencia con aquellos que sonrientes enseñan media-verdades, que con aquellos que con valor  defienden la sana doctrina.

Los apóstoles velaban por la sana doctrina. Esta enseñanza da vida y salud espiritual porque es la doctrina cristiana verdadera. En todas las epístolas del apóstol Pablo, en total trece cartas del Nuevo Testamento, él expuso las bellas verdades de la salvación que se obtienen por medio de Jesucristo e instruyó a los cristianos acerca de su nueva vida. Pero también, en todas sus epístolas, tuvo que combatir las enseñanzas equivocadas que amenazaban la salud de las iglesias.

Las verdades del mensaje de la Biblia son el corazón del cristianismo. Cuando los hombres se apartan de esa verdad, debilitan el mensaje, y este no tiene el fruto deseado. Si cambiamos las verdades fundamentales, la doctrina deja de ser el mensaje cristiano bíblico. Son herejías, enseñanzas que no redimen al hombre de sus pecados, que no le proporcionan la vida eterna, que no lo transforman en una nueva criatura ni le ubican en el camino que se dirige al cielo.

Pablo dirigiéndose a Timoteo le da una clara instrucción: “Tal como te rogué al salir para Macedonia que te quedaras en Éfeso para que instruyeras a algunos que no enseñaran doctrinas extrañas” (1Timoteo1.3).
 A primera vista, la instrucción de Pablo parece muy drástica: “que no enseñan diferente doctrina”. Algunos dirían: “A Pablo le faltaba tolerancia. No tenía una mente abierta. Además, era soberbio porque pensaba que sólo él tenía razón. Ser tan drástico causaría más problemas en la congregación, debía tener más amor”. Pero recordemos la fe cristiana llegó al hombre por revelación divina en las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamentos. Una parte de la revelación fueron los eventos históricos ineludibles de la venida, vida, enseñanza, muerte y resurrección del Hijo de Dios. Esta revelación divina concluyó con las enseñanzas autorizadas y normativas de los apóstoles. Los cristianos no tenemos ninguna opción de introducir nuevos pensamientos al cristianismo. Debemos de comparar toda enseñanza con la norma divina que se encuentra en las Escrituras.

Por eso, Pablo puede hablar de diferente doctrina. ¿Diferente de qué? De la que enseñaban los apóstoles. La doctrina de ellos es norma para todos los cristianos. Pablo dice en Gálatas que no hay otro evangelio, porque ningún otro mensaje trae “buenas nuevas”. Escribió: “Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gálatas 1.8).

Pablo mira a un futuro en el que las personas preferían oír falsas doctrinas, y le dice a Timoteo que permanezca fiel a su llamado, conducir la iglesia con y a través de la Palabra de Dios, este fue el encargo de Pablo a Timoteo hace dos mil años y ese encargo sigue vigente para ti y para mí. Como pueblo de Dios que vive en una época de comezón de oír, debemos permanecer comprometidos con nada menos que la fiel predicación de la Palabra de Dios.

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