06 enero 2018

La dicha de regalar

Una de la tradición más querida entre los niños durante las Navidades en España es el 6 de enero la entrega de juguetes por parte de los Reyes Magos, aunque la Biblia no dice que eran reyes, ni que fuesen tres, eso si dice que estos magos que siguieron una estrella para conocer al Rey de Reyes y ofrecerle tres presentes: oro, incienso, y mirra al recién nacido en Belén. (Mateo 2.9-11).


Por este motivo durante la víspera de este día es un trajín diario de personas de un lado a otro buscando el regalo idóneo para nuestro ser querido. Todos deseamos que nos hagan un regalo, y a su vez tenemos que hacer regalos.

¿Pero qué significa realmente dar un regalo?

Un regalo es algo que se entrega sin pedir nada a cambio. Por lo general, se trata de algún objeto que una persona le da a otra con la intención de felicitarla, agasajarla u homenajearla.
Sin embargo creo que hemos perdido la dimensión del acto de regalar, al dejarnos llevar por una sociedad consumista que mira el precio y la calidad del objeto material.  La palabra de Dios nos insta a dar con alegría, pero no todo lo podemos restringir a lo material. 

Hay regalos supe valiosos, que no supone ninguna inversión económica, y que seguro haría feliz a más de una persona.  Como cristianos,  aparte de dinero y cosas materiales podemos dar...

Nuestro tiempo. Compartir, prestar atención y escuchar a otros. En algunas ocasiones, es lo más valioso que podemos ofrecer a alguien.

Nuestro talento. Ayudando a otros por medio de lo que sabemos hacer, prestando un servicio voluntario, etc.

Nuestro conocimiento. Podemos ayudar a otros a resolver problemas por medio de los conocimientos que hemos adquirido. Un consejo sabio y oportuno es una llave de oro.

Nuestro afecto. En una sociedad a veces tan carente de calidez y sensibilidad, un abrazo y unas palabras sinceras de afecto pueden marcar la vida de alguien y cambiar su historia.

Pero hay un regalo especial por encima de cualquier otro. Es el regalo que está por sobre todas las cosas, es el regalo más preciado que podemos ofrecer a nuestros semejantes, es la buena noticia de la salvación en Cristo, el regalo de Dios.

Como cristianos no debe ser para nosotros una exigencia dura, o amarga, sino un privilegio que debemos ejercer con el mayor de los placeres, “recordando las palabras del Señor Jesús: ‘Hay más dicha en dar que en recibir’” (Hechos 20.35).


Que disfrutemos la dicha de dar en este tiempo y por siempre.

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