01 noviembre 2017

Más que un tratado

Últimamente he podido observar como el concepto de evangelismo ha dado un cambio brusco. Se buscan métodos efectivos para llegar a las personas pero sin seguir el ejemplo dado por Jesucristo y que dejo plasmado en las Sagradas Escrituras.


Las maneras son cada vez menos concretas y más abstractas, donde los cristianos consideran que un pequeño acto significa una gran explicación.
Desde hacer marchas cristianas, grupos de oraciones en las calles, regalar abrazos, dar un folleto o mostrar una camiseta con la inscripción “Dios  te ama”.

Estos métodos está siendo el paliativo con el que cientos de creyentes sinceros creen estar transformando nuestro mundo parándose en una avenida transitada usando camisetas con mensajes religiosos que sólo usan en eventos y no en el día a día en el trabajo, universidad, hiper, etc.

No digo que alguna de esas actividades pueda sensibilizar el corazón de alguien o motivarle a escuchar más de la palabra de Dios, pero si digo que esta no es la manera en la que Jesucristo y los apóstoles actuaron.
El verdadero evangelismo es predicar los que Jesús hizo, es seguir su ejemplo es poner en práctica lo que en la palabra de Dios leemos.  Un mensaje claro y que confronta el pecado de una manera práctica y firme, (que al fin y al cabo de eso es de lo que se trata, salvar al pecador, trasmitir el camino a la presencia de Dios).

Los Evangelios son explícitos en lo que Dios quiso comunicar en la llegada de su hijo al mundo. "¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!" (Mateo 4.17).
El Hijo de Dios llegó con un mensaje claro y definitivo para el hombre. El vino a traer soluciones reales y a enseñar la verdad.  Cuando El abrió su boca no habló de psicología, ni de filosofía, ni de ciencia, ni de religión. Tampoco dijo hagan oraciones, vayan al culto, canten himnos o únanse a tal o cual denominación. Ni siquiera dijo a la gente que hicieran devocionales por las mañanas o que empezaran a leer la Biblia. Él dijo: arrepiéntase. El dejó muy claro que la primera clave para poder entrar en las bendiciones de Dios es tener un genuino y sincero arrepentimiento.
Los apóstoles predicaron el mismo mensaje, el apóstol Pedro lleno del Espíritu Santo predicó que lo primero que un hombre necesita para salvarse es arrepentirse. (Hechos 2.38). Después repitió el mismo mensaje a más de cinco mil personas. (Hechos 3.19)
Pablo, el instrumento escogido por Dios para escribir una gran parte del Nuevo Testamento, maestro y experto en las Escrituras, siempre habló un claro mensaje de arrepentimiento, tanto en estudios bíblicos por los hogares como públicamente. (Hechos 20.20-21) (Hechos 17.30), (Hechos 26.19-20).

Este es el mensaje que nos enseña la palabra de Dios, este es el mensaje que debemos trasmitir al mundo, cuantas personas hay hoy en día derrotadas espiritualmente por falta de un profundo arrepentimiento.
Aunque usemos métodos modernos como los que hemos expuesto, no podemos dejar de predicar el verdadero mensaje, “No hay entrada al Reino de los Cielos sin arrepentimiento”. 
Necesitamos oír y trasmitir  enseñanzas que nos expongan, que nos quebranten, que nos hablen las cosas claras y por su nombre para que venga convicción de pecado y haya un profundo arrepentimiento.

Dice la Biblia que la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Cristo. (Romanos 10.17), pero la verdadera la genuina la que nos trasforma, la dejó nuestro Señor Jesucristo. 

1 comentario:

  1. Como siempre, buena reflexión.
    El gran problema hoy es que se está convirtiendo el mensaje del evangelio en un mensaje más de autoayuda, rebajándolo así a mera oferta. Y es posible que algunas personas que necesitan ayuda lo reciban, pero no están recibiendo el mensaje del evangelio, sino un mensaje humanista que no trasciende el verdadero problema del ser humano: Su lejanía para con el Creador que le hizo.
    Ánimo Esteban, a seguir exponiendo la verdad bíblica.

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