25 septiembre 2016

El que no habla, Dios no le oye.

Solo tienes que echar una ojeada a los informativos, u observar a las personas que día a día ves por la calle y te percatarás que vivimos momentos muy difíciles, y lo más complicado sin soluciones en el horizonte, aunque algún solitario optimista diga lo contrario. 


Paro, hambre, guerras absurdas, enfermedades incontrolables, maldad e inmoralidad que dejan sin palabras, son algunos ejemplos de los ingredientes para el menú diario de comentarios y portadas en las noticias nacionales y mundiales.
La vida no es fácil, pero eso no significa que todo sea malo y que siempre vamos a estar pasando tiempos difíciles.  No.  Simplemente tenemos que entender que no todo va a ser de color “rosa” sino que habrá momentos complicados, difíciles.  

Estoy seguro que todos hemos atravesado momentos así y sobre todo, que vendrán más en el futuro,  incluso, puede ser que hoy mismo estés pasando por una situación complicada.  La pérdida de trabajo, la pérdida de un ser querido, una enfermedad, problemas familiares,  adicciones, soledad, amargura.  No quiere decir que toda nuestra vida va a ser así, simplemente son etapas que tenemos que atravesar.  

Pero lo más  importante es saber que tenemos dos opciones para hacerlo,  con Dios, o  sin Dios.  Sin Dios es fácil de explicar, simplemente realizas tu mejor y mayor esfuerzo, te llenas de buenos deseos y pensamientos positivos para salir adelante y esperas que todo salga bien.  

Por el contrario, si decides vivir con Dios, y te acercas a Él con un corazón honesto, sincero, reconociendo los errores, los fallos, arrepintiéndote de tus pecados, Dios empieza a obrar en tu vida, y ante esta actitud Él te ira mostrando acciones específicas que has de hacer, empréndelas sin temor alguno, empréndelas, aunque en ocasiones anteriores hayas procedido de la misma manera, y no te hayan funcionado, pero esta vez es distinto estas reconociendo que con tus fuerzas eres incapaz, que no encuentras solución ante tantos problemas, que has decidido dejarlo en manos de Dios.

Lo que importa ante nuestros problemas, es saber que Dios se preocupa por nosotros. Lo que se añade a ello es que Dios no sólo nos cuida, sino que es lo suficientemente poderoso como para tomar el control de nuestras  vidas.

Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos,  según el poder que actúa en nosotros,  a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades,  por los siglos de los siglos.  Amén. (Efesios 3.20-21)


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