08 agosto 2016

De tal palo, tal astilla

Hay un dicho muy conocido que dice: “De tal palo, tal astilla”, esto quiere decir que un hijo demuestra ciertas características de su padre, comenzando con la parte física y extendiéndose hasta el vocabulario y el acento, y en muchas ocasiones, se cumple a la perfección. Muchas son las estrellas del deporte, cine, de la televisión, la música o las finanzas que han visto cómo sus hijos seguían sus pasos y comenzaban a abrirse camino en el mismo campo que ellos.


Pedro y Juan estaban predicando al pueblo sobre la resurrección de los muertos por medio de Jesús, (Hechos 4)  cuando fueron requeridos por los sacerdotes a explicar el milagro de un cojo que milagrosamente fue sanado de su cojera y pudo caminar (Hechos 3). Pedro había invocado el nombre de Jesucristo sobre este hombre y explicó que el no hizo nada sino que el poder para efectuar el milagro vino de Jesús, quien había sido rechazado por los mismos sacerdotes. Ahora Jesús había resucitado,  y la evidencia de su poder estaba a la vista. Declararon con certeza que, “Este Jesús es la piedra que ustedes los constructores despreciaron, pero que se ha convertido en la piedra principal” (Hechos 4.11).

La forma de hablar y la convicción con que hablaban condujeron a los sacerdotes a admirarse de la valentía con que hablaban Pedro y Juan, y se dieron cuenta de que eran hombres sin estudios ni cultura,… y les reconocían que habían estado con Jesús (Hechos 4.13).

Algo en el comportamiento de Pedro y Juan hizo que los sacerdotes vieran y creyeran que actuaban de la misma manera vista en Jesús. Durante más de tres años, Pedro y Juan estuvieron cerca de Jesús, le escucharon, le observaron, y aprendieron de Él. Ahora su forma de ser y hablar hace que otros piensen en Jesús quien había dejado su marca en la vida de los suyos. Tomó a los dos pescadores y, les transformó en pescadores de hombres, como les prometió. Por su forma de hablar y actuar, los sacerdotes tuvieron que admitir que 
Pedro y Juan eran buenos alumnos. Habían aprendido bien de su Maestro. Nadie puede pasar tiempo con Jesús sin que Él deje su marca en uno. En su invitación a los pecadores, Jesús dijo: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí” (Mateo 11.29). 

Aprender de Jesús debe ser el afán de todo seguidor del Él. No solamente es el Salvador que nos libera de la condenación eterna, sino es también el Señor que quiere guiarnos en la vida diaria.


Hagámonos esta pregunta, ¿podrán decir los que nos conocen que hemos estado con Jesús?

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