03 julio 2016

“Ojo por ojo y Diente por diente”

La regla de "ojo por ojo" fue instituida como una guía para los jueces, no como una regla para las relaciones personales o para justificar venganzas. Esta regla relaciona el crimen con el castigo, por lo tanto evitaba que las condenas fueran crueles y bárbaras, como ocurría en muchas naciones antiguas.


El hombre tiende a desquitarse de la injusticia que se le ha hecho. En esta tendencia a menudo domina la irritación impetuosa y el afán de venganza, el deseo de devolver al prójimo con creces los perjuicios que éste le ha causado. Cuando ha habido una infracción, el perjudicado en seguida atenta contra la vida del otro.

Pero Jesús llevó este principio de “Ojo por ojo y diente por diente “para enseñarnos a no tomar represalias, algo muy común hoy en día. (Mateo 5.38-39).
 Ya seamos como padre, juez, maestro, pastor o alguien que trabaja con personas, debemos tomar decisiones sabias para que la disciplina sea eficaz. Un castigo demasiado severo es injusto, y uno muy ligero no enseña nada. Pidamos a Dios sabiduría antes de juzgar.

Porque, como cristianos  no nos movemos por las leyes de un mundo, sino por las leyes del Reino de Dios. Por esta razón, en Mateo 5. 38-39,  Jesús dice: " Oísteis que fue dicho... pero yo os digo." ¿Y qué nos dice?, Jesús exige que cuando alguien nos insulta, no hay que responder de una manera que se intensifique la violencia. En lugar de ello, debemos responder en el amor hacia nuestro atacante, de una manera que impida que nuevos ataques detenga la progresión de la violencia.

Cuando somos agraviados, con frecuencia nuestra primera reacción es buscar desquite. Jesús nos dice que debiéramos hacer el bien a los que nos causan daño. No debemos guardar resentimientos, sino amar y perdonar. Esto no es natural: es sobrenatural, y solo Dios puede darnos la fuerza para amar como Él lo hace. En lugar de buscar venganza, oremos por los que no hieren.



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