21 marzo 2016

No volver atrás

Pablo dirigiéndose a los creyentes de Galacia, [1] les recuerda, que cuando él les habló el evangelio, ellos escucharon y aceptaron a Cristo como su Señor y Salvador. Empezaron bien su carrera cristiana, pero cuando Pablo se fue, vinieron los falsos maestros, y estos maestros judaizantes comenzaron a añadir la ley al evangelio de gracia que Pablo les había enseñado.


Conozco a bastantes personas que como los creyentes de Galacia, un día decidieron tomar una gran decisión,  según algunos la mejor decisión de su vida, aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador de sus vidas. Personas que generalmente empezaron bien su carrera cristiana, pero en el camino se le presentaron una serie de obstáculos, que al no ser superados, interrumpieron su carrera. Como consecuencia de esto, algunos viven una vida de pecado, una vida infructuosa, son presa fácil para ser llevados tras otras enseñanzas y abandonaron la vida cristiana. Son personas muy queridas para mí, ya que compartimos momentos, días, semanas, meses y hasta años muy especiales, donde pudimos experimentar el poder de Dios en nuestra vida.

Es como si ya no recordaran como Dios les sacó con mano poderosa de situaciones de las que nadie les había podía sacar. Seguro que si lo recuerdan, yo personalmente si,  por tratarse de un acontecimiento que marcó mi vida,  y a la vez,  la de mi familia y la de muchas personas cercanas a mí.
Esto es lo que a menudo acontece a muchos cristianos. Hay muchos que  tienen la fe suficiente para tomar la decisión de seguir a Cristo, pero no para continuar de la misma manera que empezaron. Nadie nos dijo que esto fuese a ser fácil, nos vienen pruebas y peligros que nos obstruyen el paso, pero en vez de mirar a Cristo, nos fijamos más en los enemigos que nos rodean. El resultado es que nuestro corazón desfallece, nuestras esperanzas se  desvanecen y nuestra alegría se acaba.

¿Te acuerdas, verdad? ¿No es lo mismo ahora? Mira el estilo de vida que llevas ahora, has olvidado  lo que Dios hizo en tu vida, es muy fácil olvidarlo, sobre todo por los espejismos que a menudo se te presentan en la vida. ¿Dónde está aquel tiempo de oración en el que te deleitabas hablando con Dios?, ¿dónde está aquel tiempo de meditación diaria de la Biblia, en los que percibías con claridad la voz de Dios y la transmitías con efectividad?, ¿dónde está aquel tiempo donde de muy mañana buscabas la dirección de Dios para el día?, donde esta aquel: Heme aquí, envíame a mí

No es hora de quejarse sino de volver a tomar decisiones, y lo primero que hay que hacer es no consentir en tu vida todo aquello que esté en contra de lo que Dios ha dicho. Tiene que ser una determinación firme que has de mantener, sin mirar atrás. Ya es suficiente con lo que has retrocedido, y seguir en esa situación, no es otra cosa que negar la presencia de Dios en ti, por eso es hora de levantarse de dejar a un lado todo aquello que te ha hecho daño, pedir perdón a todas aquellas personas que has dañado con tu actitud, no tengas miedo, pues Dios está dispuesto a respaldarte.

No es fidelidad a una idea,  sino fiel al Dios que se te revelo un día. Toma la decisión de correr la carrera hasta el final, y córrela con paciencia poniendo los ojos en Jesús el autor y el consumador de nuestra fe. Como Pedro dice:
Más el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. [2]

[1].- Gálatas 5.7

[2].- 1 Pedro 5.10-11

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