21 febrero 2016

A pesar de los cristianos, sigo creyendo en Cristo.

En esta pasada semana he estado hablando con un amigo no cristiano. Empezamos a cambiar impresiones y experiencias cuando éramos más jóvenes y en algún punto de la conversación él se enteró de que yo era  cristiano. Me miro con una mirada desconcertada y comencé a sentir una gran distancia entre nosotros. Aparentemente, mi amigo ya tenía una idea de cómo eran los cristianos y no quería nada que ver con ellos.

Después de explicarle porque soy cristiano, me di cuenta que su impresión del cristianismo tenía poco que ver con Cristo. Sus comentarios eran bastantes comunes y frecuentemente los había escuchado continuamente: “Los cristianos son esos zumbados que van sanando y haciendo ricos a la gente”. “¿Eres cristiano? Entonces no fumas, no bebes alcohol, o solo escuchas música espiritual, ¿verdad?

Para la mayoría del mundo el cristiano es la persona que participa en todas las actividades de la iglesia, es la persona que sabe mucho sobre la Biblia, es la persona que se viste bien, es la persona que solo escucha música cristiana, esta es la representación del cristianismo que les hemos mostrado. Miran a la iglesia cómo una entidad, más legalista que libre, y más hipócrita que honesta. En otras palabras, ven mucha actividad religiosa, pero no ven a Cristo.

Lamentablemente, muchos evangélicos hemos construido un “cristianismo” que usa las mismas palabras, dice las mismas cosas, practican muchas de las mismas actividades, sin embargo fracasamos en reflejar lo que nuestra etiqueta indica: el verdadero evangelio.
Cuando mi amigo comenzó a explicarme por qué se sentía incómodo con los cristianos, inmediatamente quise aclararle, ¡Pero yo no soy uno de esos cristianos! Esto fue muy triste porque mientras sí hay una gran cantidad de personas haciendo un trabajo pésimo de representar a Cristo, en ese momento había fallado en recordar que soy el primero entre ellos. Preocupándome más por mi reputación, mostré mi corazón farisaico al pensar que el problema existía únicamente fuera de mí.

Cuando me refiero a que hay muchos cristianos que están fallando, no estoy hablando solamente de otros cristianos, sino también de mí mismo creo en Cristo principalmente a pesar de mí mismo porque conozco mi corazón mejor que cualquier otra persona. Sé que muchas veces no quiero amar a otros cristianos y aun cuando lo hago, a veces es de mala gana. Sé que tengo que luchar para encontrar gozo porque mi corazón es un pesimista. Sé que a veces me toma demasiado tiempo arrepentirme porque me duele el orgullo. Y cuando no descanso en Cristo y no hago las cosas que señalan a un cristiano, termino haciendo otras cosas, cosas aceptables pero solamente para cubrir las verdaderas. Me convierto en un hipócrita, en un legalista.

¿Entonces que verdaderamente marca un cristiano? Hace unas semanas el Pastor Nicolás nos compartía las características que identifican a un verdadero cristiano. Para decirlo de otra manera, son cuatro cosas que muestran que una persona es un cristiano. Estas son:

Los verdaderos cristianos permanecen en la palabra de Dios.
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra,  seréis verdaderamente mis discípulos. (Juan 8.31) 

Los verdaderos cristianos se aman los unos a los otros.
Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros;  como yo os he amado,  que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos,  si tuviereis amor los unos con los otros.
(Juan 13.34-35) 

Los verdaderos cristianos llevan fruto.
En esto es glorificado mi Padre,  en que llevéis mucho fruto,  y seáis así mis discípulos. (Juan 15.8)

Los verdaderos cristianos no solo llevan fruto sino que a su vez permanecen en Cristo.
 En esto es glorificado mi Padre,  en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. (Juan 15.5)

Que todas estas características sean comunes cada día en nuestra vida, que a través de ellas podamos impactar a un mundo necesitado. A fin de cuentas las palabras no valen mucho. Solamente podemos afirmar el cristianismo al confrontar a los que nos rodean con evidencias innegables del carácter cristiano. Pedro y Juan no podían dejar de hablar acerca de aquellas cosas que habían oído y visto personalmente. Determinaron ser fieles a su experiencia personal, y la gente de su alrededor reconocieron que eran verdaderos discípulos de Cristo. (Hechos 4.13)


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