12 julio 2015

Las verdaderas Buenas Nuevas

Llego a mis manos un tratado de un grupo de personas que aparentemente estaban evangelizando, y cuál fue mi sorpresa que en el citado tratado daban soluciones para la depresión, para la ansiedad,  para la pobreza, pero no daban ninguna solución para el corazón, [1].  Cuando hablamos de evangelizar, queremos decir que estamos enseñando el evangelio, pero viendo esto mi pregunta es ¿Qué evangelio estamos predicando, enseñando?


Algunos proclaman un “evangelio de prosperidad”, otros un “evangelio de gracia”. Aún otros creen en un “evangelio de milagros” o en un “evangelio social”. Otros piensan en un “evangelio de alimentos”, “sanación” o de “fe”. Y hay algunos quienes simplemente piensan en un “evangelio musical” cuando oímos o vemos  estos evangelios no podemos pensar en otra cosa que son ideas creadas por el hombre para satisfacer las necesidades de la gente,  y nos revelan que muchas veces ignoramos la verdad descrita en la Biblia sobre el  verdadero evangelio. Una cosa esta clara estas predicaciones o tratados no cumple la obra verdadera del evangelio.

No me mal intérprete: No estoy en contra de predicar consuelo y fortaleza a las personas. Pero si solo predico las necesidades de la gente, e ignoro el llamado de Cristo a rendir nuestras vidas, entonces las necesidades verdaderas nunca serán satisfechas. Las palabras de Jesús son claras: nuestras necesidades son satisfechas al morir al yo y tomar su cruz [2].

En el evangelio de Marcos, aparece Juan el Bautista predicando el evangelio del Reino de Dios”.  “Arrepentíos, y creed en el evangelio.” Este es el evangelio que debemos enseñar y creer y no una falsificación o sustituto ideados por el hombre.
El propósito de la predicación de Juan fue preparar al pueblo para aceptar a Jesús como el Hijo de Dios. Cuando Juan lanzó al pueblo el reto de confesar sus pecados individualmente, señaló el comienzo de una nueva forma de tener relación con Dios.
Es necesario que usted cambie antes de oír y entender el mensaje de Jesús. La gente tiene que reconocer que necesita el perdón antes que pueda aceptar el perdón; el verdadero arrepentimiento debe producirse antes de que la persona tenga verdadera fe en Jesucristo. Como preparación para recibir a Cristo, debemos arrepentirnos y renunciar a las atracciones del mundo que llevan a la muerte, a las tentaciones pecaminosas y a las actitudes perniciosas.

Esta es una responsabilidad que no se debe tomar a la ligera. Los verdaderos cristianos siempre deben enseñar lo que Dios ordena,  no lo que agrade a los hombres. Pablo refiriéndose a la iglesia de Tesalónica les decía,  que así como hemos sido aprobados por Dios para que se nos confiara el evangelio, así hablamos, no como agradando a los hombres, sino a Dios que examina nuestros corazones. [3].
El presente tema es tan importante, que Dios inspiró al apóstol Pablo a dar esta advertencia a los Gálatas de esa época y ahora, a nosotros:
“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Más si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciaren otro evangelio diferente del que os hemos predicado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si algún hombre os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” [4].

Sólo hay un camino dado por Dios para el perdón de nuestros pecados: arrepentimiento y creer en Jesucristo como Señor y Salvador. Ninguna otra persona, método o ritual puede dar vida eterna a una persona. Algunos piensan que todas las religiones son igualmente válidas para ir a Dios. En una sociedad libre la gente tiene derecho a tener sus propias opiniones religiosas, pero eso no garantiza que sus ideas sean correctas. Dios no acepta ningún otro mensaje hecho por el hombre como un sustituto de la fe en Jesucristo.

[1].- Mateo 15.19
[2].- Mateo 10.38
[3].- 1 Tesalonicenses 2.4

[4].- Gálatas 1.6-9

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