12 abril 2015

Negocios eclesiásticos

La intención de este post, no es la de criticar o predisponer a la gente en contra de sus ministros, sino oficiar de elemento equilibrante entre lo que son algunos ministerios  y lo que suele ser en algunos casos, cuando los hombres lo ejercen según sus propias sabidurías humanas o, en el peor de los casos, cuando buscan sus intereses personales.


Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén, y halló en el templo vendedores de bueyes, ovejas, palomas, y cambistas sentados. Hizo un azote de cuerdas, y los echó a todos del  templo con las ovejas y los bueyes, tiró las monedas de los cambistas y volcó las mesas. Y dijo a los que estaban haciendo negocio: “Quitad esto de aquí: no hagáis de la casa de mi Padre un mercado” [1]

Cuando Jesús entra en el templo y ve cómo había vendedores, mesas que  cambiaban el dinero. ¿Por qué se disgustó Jesús?, porque  era un escandaloso negocio. Lo que pasaba era que cuando alguien iba a ofrecer un sacrificio,  Anás, Caifás  y otros sacerdotes exigían que los animales fueran sin mancha alguna, y tenían hombres que inspeccionaba  que así fuera y cuando los animales no habían sido comprados en el templo encontraban pretexto para no admitirlos y así podían vender ellos sus animales a precios mucho más elevados.

Pocas veces vemos a un Jesús tan enfadado, tan rudo, actuando con un alto grado de indignación. Es porque habían convertido el templo, donde debía ser predicado el evangelio del arrepentimiento, lugar donde fuésemos sanados del dolor espiritual, lugar donde nos reunimos con el único propósito de alabar y adorar al Señor, en un lugar de negocio, de recogidas de dinero, de proyectos mundanos, un lugar donde se venden indulgencias, un lugar donde muchos “dirigentes” utiliza las estructuras espirituales que han sido hechas para el beneficio del hombre con un fin de beneficio personal.

Usaban mal el templo al convertirlo en un mercado. Olvidaban, o no les importaba, que la casa de Dios es un lugar de adoración, no un mercado para obtener ganancias. Nuestra actitud hacia la iglesia es errada si la vemos solo como un medio para establecer relaciones personales o para ventajas comerciales. Procure que su asistencia a la iglesia sea solo para adorar a Dios.

Los que ahora hacen de la casa de Dios un mercado, son los que tienen sus mentes llenas con el interés por los negocios del mundo cuando asisten a los ejercicios religiosos, o los que desempeñan oficios divinos por amor a una ganancia.
No estamos totalmente libres de esa tendencia hoy en día. Es cierto que no le ofrecemos a Dios sacrificios de animales; pero podemos identificar su culto con la compra de enseres no necesarios para la iglesia, la instalación de aparatos electrónicos nuevos aludiendo que se oyen mejor, proyectos radiofónicos y televisivos que no son sino una carga para la congregación, cuando el verdadero culto y adoración a Dios brilla por su ausencia. No es que estas cosas sean condenables, lejos de eso. A menudo, gracias a Dios, son ofrendas de corazones fieles y agradecidos. Cuando  se ayudan a la verdadera devoción, se cuentan con la bendición de Dios,  pero cuando son su sustituto, hastían el corazón de Dios.

Recordemos que el único momento de violencia de Jesús que consigna el Evangelio  fue cuando no se respetó ni se honró el templo y cada persona que se cruza en nuestro camino es un templo vivo.

[1].- Juan 2.14-15

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