22 junio 2014

La excelencia en la obra de Dios

Hay un dicho por ahí que dice, “Que cuando quieras emprender algo siempre habrá alguien que te intente desanimar” David. Antes de pelear contra Goliat, uno de sus hermanos se enfureció contra él, aunque era su hermano mayor y se supone que era más maduro, se puso como loco, le dijo: ‘Viniste a burlarte de nosotros? [1] Lo interesante es que el hermano tuvo antes que David la oportunidad de salir a pelear con Goliat, pero no lo hizo y luego le molestó que David lo hiciera.


Cuenta una historia que en cierta Iglesia había un hermano que no tenía ninguna tarea ni ministerio que ejercer, con las correspondientes habladurías por parte de los demás hermanos de la poca dedicación que tenía en la obra de Dios. Cuando El Señor puso en el corazón de este hermano el deseo de dar un paso adelante y servirle en un ministerio también fue criticado pues levanto envidia y celos entre los demás, y es que  el buen y exitoso trabajo puede provoca envidia de otros, e intentaran que vuelvas a la mediocridad, automáticamente pasas a ser un enemigo de ellos. ¿Por qué? Porque tu excelencia hace mucho más manifiesta su mediocridad. Cuanto más buscas la excelencia en tu vida, más visible se hace la mediocridad de los que te rodean.

Uno logra ver como personas que surgen y sobresalen haciendo un trabajo excelente, de calidad y con éxito luego se enfrentan a la crítica y murmuración de aquellos que son dominados por la envidia. Los cuales que en igual de complementar y decir una palabra buen y de agradable, encuentran una manera de destruir y traer abajo a la persona que se esmera y se esfuerza por hacer un trabajo con excelencia.

Uno de los ejemplos que vemos en la Biblia es la historia de Nehemías. El momento que él se decidió hacer una gran obra para ayudar a su pueblo  reedificar los muros de Jerusalén, vinieron los envidiosos.  Hombres que durante todo el proceso lo ridiculizaban, arrojaban acusaciones falsas y aun llegaron al punto de querer detener el gran trabajo que él hacía para Dios. La reacción de Nehemías, y a la postre la nuestra fue: “Yo hago una gran obra, y no puedo ir porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros.” [2],  O dicho de otra manera: yo estoy muy ocupado para dejarme distraer y perder mí tiempo con gente que está dominada por la envidia. Nehemías los ignoro y continuo haciendo su trabajo hasta terminar la obra que Dios le había mandado. Él se mantuvo sin dejar que nada lo distrajera, incluyendo la envida de los demás.  El continuo para adelante!
¿Cómo hubieras reaccionado nosotros ante una situación similar? No podemos dejar que nada ni nadie nos puedan apartar de la obra que Dios nos ha dado, y si surgen “Sabalats y Tobias” debemos encontrar el valor y las fuerzas necesarias para rechazarlos y proseguir adelante.

Habla nada más ni nada menos que el rey Salomón, después de haber vivido y contemplado las cosas de la vida: ‘He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. [3] También esto es vanidad y aflicción de espíritu’, cuando nosotros empecemos  a buscar la excelencia en cualquier área de nuestra vida, seguro que recibiremos  algún tipo de ataque.
Es interesante lo que dice la palabra de Dios: ‘también esto es vanidad’. Estos ataques que recibimos son vanos, no hay ningún motivo para que los recibamos o seamos objeto de ellos. Pero también la palabra agrega, ‘y aflicción de espíritu’. Esto te aflige, porque nadie quiere ser objeto de crítica, de burla ni ser dejado de lado,  pero no te desalientes, es parte del precio que tenemos que pagar por buscar la excelencia en nuestra vida. No te sientas mal, los que están mal son los mediocres, no los que buscamos la excelencia.

Tener presente que cuando uno busca la excelencia en lo que hace, habrá ataques, son ataques vanos, que a veces producen algo de aflicción y duelen. Sin embargo, debemos seguir obedeciendo la palabra de Dios, buscando la excelencia en cada cosa que hagamos

[1].- 1 Samuel 17.28
[2].- Nehemías 6-3

[3].- Eclesiastés 4.4 

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