17 noviembre 2013

La cara es el espejo del alma

Esta semana ha sido algo dura, hasta el punto que un compañero me hacia un comentario: se te nota en la cara que estas cansado. Cuántas veces hemos oído la expresión:” La cara es el espejo del alma”.  No sé hasta qué punto tiene de verdad esta frase, pero si es verdad,  que lo que refleja nuestro rostro es un espejo que calca como estamos interiormente, ya sea emocional, física e incluso espiritualmente. 


Si estamos enfermos, nos cambia el color de la cara, los gestos de dolor se manifiestan, nuestra expresión cambia. Si no dormimos bien, se acentúan las ojeras y aparecen los signos de cansancio. Si estamos alegres, se dibuja una sonrisa en la cara y el brillo de nuestros ojos es muy diferente a cuando estamos tristes.   
Entonces todo está claro, nuestro estado de ánimo  cambia según las circunstancias o momentos por los que estemos pasando, y este estado se refleja en nuestro rostro, aunque halla personas que queramos esconder nuestros sentimientos difícilmente podríamos hacerlo, si estamos felices, será complicado esconder  nuestra felicidad, y de igual manera si es algo malo no podríamos esconder nuestra tristeza. Nuestro rostro nos delata, y revela a los demás el estado de ánimo, aunque a veces nos  empeñemos en esconderlo.
Supongo que no siempre reflejaré ni expresaré lo que a mí  me gustaría, pero si sé, que mi cara no engaña porque si hay algo que no se me da bien es el de la interpretación, (siempre me han rechazado para formar parte del equipo de teatro). Pienso que generalmente aunque queramos, hay cosas que resulta difícil esconderlas y nos guste o no, se reflejan en nuestra cara.
Sin duda tendremos  tribulaciones, tormentas, batallas campales, estaremos cansados agobiados, y todo eso lo reflejara mi rostro,  y no lo podremos evitar, pero la satisfacción que siento es que a pesar de todos los contratiempos,  Dios es  mi refugio y mi escudo.


Dios mío,  roca mía y castillo mío,  y mi libertador;   Dios mío,  fortaleza mía,  en él confiaré;   Mi escudo,  y la fuerza de mi salvación,  mi alto refugio.  Invocaré al Señor,  quien es digno de ser alabado, y seré salvo de mis enemigos. (Salmo 18.2-3)

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