03 noviembre 2013

El viejo y el nuevo hombre

Esta semana he tenido una  agradable conversación con una persona que hacía bastante tiempo no veía, y entre muchas cosas que nos hemos compartido hemos estado hablando sobre un buen amigo común. El problema de este buen amigo, y hasta hace un tiempo hermano en la fe, es que ha vuelto a sus orígenes antes de conocer a Dios  o sea a su “vieja vida”. 


La pregunta que nos hacíamos es el porqué de todo esto, que ha hecho mal este hermano para llegar a este fin, si ha cantando las mismas canciones  y escuchando los mismos mensajes bíblicos, que nosotros.

Para hablar de un tema tan delicado, lo primero que tenemos que hacer es ir a la palabra de Dios, donde nos dice lo que tenemos que hacer para no volver a la vieja vida, pero sin duda  debe ser aplicado con más rigurosidad en nuestra caminar.
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaros en el espíritu de vuestra mente,  y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” [1]
La palabra de Dios nos dice que debemos renunciar al  viejo hombre que  son aquellos hábitos que adquirimos antes de conocer a Dios, ya sea de nuestra manera pasada de vivir, de nuestros padres, amigos, e incluso profesores o personas de influencia.

Cuando nacemos de nuevo, el viejo hombre cae derrotado, pero nosotros debemos poner nuestra parte en este cometido  que es el  tomar acciones al respecto. Debemos disponer nuestro corazón a morir a nuestra vida de pecado, actitudes, amigos, lugares, y en general todas esas cosas que todavía tenemos arraigadas, y que es necesario sacar de nuestra vida y de nuestros cuerpos.

Otra de las cosas a tener en cuenta es que si nacemos de nuevo no debemos seguir viviendo pensando en la carne, porque entonces sin lugar a dudas  vamos a seguir haciendo las cosas de la carne.  Pero si nosotros le damos el espacio a Dios para moldear nuestros pensamientos,  y que El nos dirija a su manera, entonces las cosas viejas pasan y he aquí todas son hechas nuevas.

La Biblia nos enseña que somos nosotros los que tenemos qué despojarnos del viejo hombre; ¿Pero cómo?, te preguntaras,  pues desechando pensamientos, actitudes, comportamiento negativo y cambiarlo por acciones que agradan a Dios y edifican a quienes nos ven y oyen. Para realizar esta renovación han puesto en nuestro interior un poder sobrenatural que nos ayudará en nuestra debilidad, [2].
Pero somos nosotros los que debemos decidirnos por no alimentar más al viejo hombre sino al nuevo.  

El panorama es claro, y sencillo, hay que morir cada día a nuestro viejo hombre, alimentarnos con la palabra de Dios, hablar con Dios a través de la oración, dar testimonio a los demás de lo que Dios hizo en nosotros. Es difícil, pero si le entregamos todo a Jesús, y dejamos que él actué, cuando nosotros no podemos más, entonces entenderemos la palabra  de Dios cuando dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”

[1].- Efesios 4:22-24
[2].- Romanos 8.26

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