30 abril 2010

Un mismo cuerpo y un mismo Espiritu

En estos momentos cuando el protestantismo madrileño vive tiempos turbios, y muchos ven una afrenta, deberíamos ver una oportunidad para estar mas unidos.

Deberíamos extraer lo positivo de las vivencias de nuestros hermanos, que a menudo son diferentes a las nuestras. No debería morir nunca en nosotros el ansia por escuchar, valorar, aprender y experimentar de nuestros hermanos, y nunca sacar conclusiones que puedan dañar, no solamente a nuestros hermanos, sino al Evangelio.

Si todo esto fuéramos capaces de compaginarlo con el respeto, la libertad, el esfuerzo y el amor en la aceptación de los aceptable seriamos capaces de crear un Evangelio mas puro y sobre todo mas unido.

Harto de las disputas internas y de las divisiones en el seno de la Iglesia de Corinto que había fundado hacía algún tiempo, Pablo, en su primera carta dirigida a los miembros de esta comunidad, les dirige la siguiente exhortación, Hermanos, les pido en el nombre de nuestro Señor Jesucristo que se pongan de acuerdo unos con otros para que no haya divisiones entre ustedes. Les pido que estén siempre unidos por las mismas ideas y los mismos propósitos.

(1 Corintios 1.10)

Pablo actuaba así teniendo en cuenta que, en un entorno dominado por la cultura pagana, como era el de esta ciudad griega donde florecían varias escuelas de pensamiento, la fe cristiana que él les había revelado corría el riesgo de quedar reducida a una sabiduría filosófica humana, si cada uno revindicaba su pertenencia a éste o aquél maestro, y no al Maestro Jesucristo. Planteándoles la pregunta decisiva: « ¿Cristo está dividido?», Pablo quería recordar a los corintios que las divisiones en la iglesia contradicen su naturaleza, falsean su testimonio y hacen fracasar su misión en el mundo.

Al decir "hermanos", Pablo estaba enfatizando que todos los cristianos formamos parte de la familia de Dios y experimentamos una unidad que es mucho más profunda que un vínculo sanguíneo.

"Que habléis todos una misma cosa" permite "que no haya entre nosotros divisiones" y "que estemos perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer". Esto no requiere que todos pensemos de la misma manera. Hay una diferencia entre tener puntos de vistas opuestos y ser divisionistas. Un grupo de personas no llegará a estar de acuerdo en todo pero pueden trabajar juntos, en armonía, si están de acuerdo en lo que realmente importa: Cristo Jesús como Señor de todo. Hablemos y actuemos de tal manera que reduzca los argumentos e incremente la armonía. Diferencias insignificantes no debieran dividir a los cristianos nunca.

Aquello que se hace en nombre de Dios y va en contra del hombre no es cosa de Dios.

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