01 febrero 2009

Deberes cristianos


He estado leyendo la sinopsis de la película Operación Valquiria y me ha llamado la atención la historia del  Coronel Claus von Stauffenberg que  fue desarrollando un conflicto entre su lealtad como oficial y su oposición a la brutalidad despiadada de Hitler. No pudiendo ocultar sus ideas, expresó su agravio por los tratamientos brutales de civiles en territorios alemanes ocupados, la inanición de los prisioneros de Guerra rusos y las masacres de judíos, este hombre oculto en las esferas más altas del poder decide tomar acción, y llevar a cabo la planificación del asesinato de Hitler. Más tarde fue implicado como conspirador ejecutivo del atentado, causa por la que fue fusilado en 1944.

Párate a pensar por un momento si este asesinato se hubiera llevado a cabo cuanta gente no hubiera muerto, cuanta gente se hubiera salvado de las cámaras de gas. Pero nosotros como cristianos no podemos estar de acuerdo con este complot, porque  mires por donde lo mires, sería un asesinato, y el fin no justifica los medios.

Nosotros como cristianos tampoco   estamos de acuerdo en muchas cosas que están en contra de las leyes de Dios y debido a estas leyes mucha gente se pierde  sin llegar a  conoce a Dios, entonces que ¿es lo podemos hacer los cristianos?, la Biblia nos enseña, que si queremos  vivir una vida tranquila y pacífica  llena de reverencia a Dios y respetable en todos los sentidos, debemos orar con peticiones, suplicas y acción de gracias a Dios por los  que gobiernan y por las autoridades.

El joven Daniel también vivió una situación contraria a su deseo, pues fue llevado entre los cautivos que Nabucodonosor trajo de Jerusalén, este joven valiente  no se doblegó a las aspiraciones idolátricas de dicho rey. Antes bien, supo guardarse en santidad y testificar, sin avergonzarse, acerca de sus convicciones en el Dios de Israel, sin contaminarse con las cosas del mundo, confiando en Dios, y orando, de tal manera que el mismo rey Darío, testifico del Dios de Daniel, como un Dios vivo,  que su reino no será jamás destruido, y su dominio perdurará hasta el fin.

Quien nos puede negar que si el pueblo de Dios unido se pone a orar por nuestros gobernantes, estos un día puedan reconocer a Jesucristo como Señor y Salvador de sus vidas.

Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridades sino de parte de Dios, y las que hay por Dios han sido establecidas. 

(Romanos 13.1)

 

 

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