30 marzo 2019

Primero lo importante, luego lo urgente.


Estaba paseando por la plantas del Hospital, visitando a los enfermos, y me puse a pensar en los muchos hombres y mujeres ingresados en los hospitales, o que cada día acuden a las consultas externas para pasar sus oportunas revisiones. Mientras observaba a las personas, pensé en las tantas actividades y planes que tuvieron que suspender para buscar la restauración de su salud. Cuando se enteraron de su situación física, todo lo demás disminuyó en importancia. Todos los planes y actividades tomaron un segundo lugar: el trabajo, la universidad, la reunión de negocios, las vacaciones, la compra de un coche nuevo.


Luego pensé en lo que pasaría si toda esta gente se preocupara de igual manera por los síntomas de la enfermedad espiritual. ¿Imagínate los resultados, si la gente dejara todo lo demás para buscar la salud espiritual con el mismo fervor y seriedad que los pacientes de cualquier hospital?

Yo sé que la enfermedad nos preocupa, pero ¿nos preocupa las enfermedades espirituales? ¿Nos preocupa el pecado? La verdad es que el pecado mata a más gentes que las peores enfermedades. Más que el sida y el cáncer juntos; Más que las drogas, el tabaco, el alcohol; Más que los deportes de riesgo; Más que todas las guerras que ha habido sobre el mundo  ¿Saben porque es tan mortífera? Porque mucha gente no sabe que está contagiada. Vive en ignorancia de que está gravemente enferma. Viven en tristeza, sin esperanza, sin visión. Es como un virus que se propaga silencioso de unos a otros sin que ninguno se dé cuenta ¿Has buscado al Médico Supremo para curar la enfermedad fatal del pecado con la misma disposición que lo harías para buscar un remedio para sanar esa enfermedad en tu cuerpo?

Es importante cuidar el cuerpo. Pero las palabras de Jesús revelan cuál debe ser nuestra prioridad.

Jesús dijo que buscáramos primero el reino de Dios en su sermón del monte (Mateo 6.33).  ¿Significa esto que debemos descuidar los deberes cotidianos y lógicos que ayudan a mantener a nuestras vidas? Ciertamente no. Pero para el hombres, debe haber una diferencia en nuestra actitud referente a ellas. Si cuidamos de los asuntos de Dios como una prioridad, buscando su salvación, viviendo en obediencia a él y compartiendo las buenas nuevas del reino con otros, entonces Dios va a cuidar de nuestros asuntos como prometió, y si ese es el arreglo, ¿dónde queda la preocupación?

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