Estaba paseando por la plantas del Hospital, visitando a los
enfermos, y me puse a pensar en los muchos hombres y mujeres ingresados en los
hospitales, o que cada día acuden a las consultas externas para pasar sus
oportunas revisiones. Mientras observaba a las personas, pensé en las tantas
actividades y planes que tuvieron que suspender para buscar la restauración de
su salud. Cuando se enteraron de su situación física, todo lo demás disminuyó
en importancia. Todos los planes y actividades tomaron un segundo lugar: el
trabajo, la universidad, la reunión de negocios, las vacaciones, la compra de
un coche nuevo.
Luego pensé en lo que pasaría si toda esta gente se
preocupara de igual manera por los síntomas de la enfermedad espiritual.
¿Imagínate los resultados, si la gente dejara todo lo demás para buscar la
salud espiritual con el mismo fervor y seriedad que los pacientes de cualquier
hospital?
Yo sé que la enfermedad nos preocupa, pero ¿nos preocupa las
enfermedades espirituales? ¿Nos preocupa el pecado? La verdad es que el pecado
mata a más gentes que las peores enfermedades. Más que el sida y el cáncer
juntos; Más que las drogas, el tabaco, el alcohol; Más que los deportes de
riesgo; Más que todas las guerras que ha habido sobre el mundo ¿Saben porque es tan mortífera? Porque mucha
gente no sabe que está contagiada. Vive en ignorancia de que está gravemente
enferma. Viven en tristeza, sin esperanza, sin visión. Es como un virus que se propaga silencioso de unos a otros
sin que ninguno se dé cuenta ¿Has buscado al Médico Supremo para curar la
enfermedad fatal del pecado con la misma disposición que lo harías para buscar
un remedio para sanar esa enfermedad en tu cuerpo?
Es importante cuidar el cuerpo. Pero las palabras de Jesús
revelan cuál debe ser nuestra prioridad.
Jesús dijo que buscáramos primero el reino de Dios en su
sermón del monte (Mateo 6.33). ¿Significa esto que debemos descuidar los deberes cotidianos y lógicos que
ayudan a mantener a nuestras vidas? Ciertamente no. Pero para el hombres,
debe haber una diferencia en nuestra actitud referente a ellas. Si cuidamos de
los asuntos de Dios como una prioridad, buscando su salvación, viviendo en
obediencia a él y compartiendo las buenas nuevas del reino con otros, entonces
Dios va a cuidar de nuestros asuntos como prometió, y si ese es el arreglo, ¿dónde queda la preocupación?
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