Soy una persona con muchos defectos como saben bien las
personas cercanas a mí. Pero hay uno que no tengo. No tengo inconveniente en pedir
perdón e incluso lo he hecho muchas veces en mí vida siendo consciente de que
no había muchas razones para hacerlo, pero convencido de que así reconfortaba a
otra persona. Hace unos días el presidente de México envió una carta al Rey de
España Felipe VI en la que solicitaba que pidiera perdón por los agravios
cometidos en la conquista de América. No quiero entrar a valorar quienes tienen
razón, porque desconozco los detalles para valorar esta noticia. Pero sí quiero
valorar lo mucho que les cuesta a las personas pedir perdón.
Si buscáramos una definición de perdón, podíamos decir que perdonar
significa disculpar a alguien que nos ha ofendido o que hemos ofendido y no
tener en cuenta su falta. En la Biblia, la palabra griega que se traduce
“perdonar” significa literalmente “dejar pasar”. Pero, ¿por qué a las personas
les cuesta tanto pedir disculpas? Quizás una de la mayor dificultad de mostrar
arrepentimiento por algo que se ha hecho radica en que, al aceptar el error, se
rompe la imagen idealizada que uno tiene de sí mismo. Sin embargo, unas de las
palabras más sorprendentes e incomprensibles de Jesús desde la cruz fueron:
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23.34). Después de ser
traicionado, falsamente acusado, golpeado, escupido y clavado injustamente a
una cruz a fin de padecer una muerte agonizante, el hijo de Dios no albergó
odio por sus atormentadores, sino que más bien les ofreció perdón. Siguiendo el
ejemplo de Jesús, las últimas palabras de Esteban fueron: “Señor, no les tomes
en cuenta este pecado” (Hechos 7.60). En ese momento lo estaban matando a
pedradas por no haber cometido ningún delito mayor que predicar el evangelio,
pero su corazón no estaba lleno de amargura sino de compasión por sus verdugos.
Como cristianos debemos pedir perdón porque Dios lo manda. Éste
debe ser el punto inicial en nuestros pensamientos. Muchos creyentes usan el
perdón como una opción, algo que pueden hacer o no hacer de acuerdo con su
gusto. Sin embargo, no es opcional. El apóstol Pablo les da este imperativo
cuando exhortó a los cristianos en Colosas a perdonar. Les exhortó a soportar
los unos a los otros y a perdonar los unos a los otros. (Colosenses 3.13) Así
es que el perdón no es opcional, sino una responsabilidad de todo cristiano que
ha sido ofendido. Tienes que perdonar, de la manera que Cristo te perdonó.
Está claro que no es fácil hablar sobre el perdón cuando
hemos sufrido traiciones, cuando las personas en las que hemos confiado nos han
fallado, cuando nos han vituperado, cuando somos acusados injustamente de algo
que no hicimos, pero la voluntad de Dios es que debemos perdonar. Hoy en día
hace falta a la iglesia perdón, pues se ve mucho resentimiento en el corazón de
los congregados. El no perdonar trae angustia, desesperación, frustración,
amargura y resentimiento, y por el contrario, perdonar nos trae paz.
Hay un detalle que hacen de nuestras oraciones, oraciones
sin fruto, y no es otra que la falta de perdón. Jesús dirigiéndose a Pedro le
dijo: Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo
recibiréis, y os vendrá. Entonces ¿Cuál es el problema?... Que cuando estéis
orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno… (Marcos 11.24-25). La
implicación aquí es que la falta de perdón en el corazón interrumpe la relación
con Dios que lleva a la oración contestada. Por tanto, si traes tu ofrenda al
altar, y te acuerdas de tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y
anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu
ofrenda. (Mateo 5.23-24)
Jesús declaró: “Pero no entregues el sacrificio al sacerdote
si una vez allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti”. Un
conflicto no resuelto es prioritario, y debe resolverse. Deja allí tu ofrenda
delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven
y presenta tu ofrenda. Primero es necesario solucionar la brecha entre usted y
su hermano antes de solucionar la brecha entre usted y Dios. No hacer eso es
ser hipócrita por pedir perdón sin que haya arrepentimiento.
Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz
con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad
lugar a la ira de Dios; […] No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien
el mal. (Romanos 12.18-21)
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