Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis
justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
(Mateo 23.28)
Jesús hablaba a los escribas y fariseos y les acusabas de
aparentar ser lo que en realidad no eran. Aunque parecían ser santos, no eran
sobrios ni justos. La actitud de los escribas y los fariseos era como los
adornos de una tumba o el vestido de un cadáver, sólo para el espectáculo.
Hoy en día se vive en un mundo irreal, en el que la mayoría
de las personas quiere aparentar ser lo que no son. Hay infinidad de programas
de retoque fotográficos para corregir la imagen real y presentar una imagen
mejorada. Las redes sociales son un inmenso escaparate para mostrar, presumir y
aparentar cosas que no ocurren en nuestra vida, y solo con el fin de busca mayor
aprobación, reconocimiento o likes. Incluso hay personas que plagian frases e
ideas para hacerlas pasar como propias. Con todas estas cosas lo únicos que
logramos es hacernos pasar por alguien que en realidad no somos.
Hay una historia en la Biblia que me llama mucho la atención
cuando queremos aparentar lo que no somos, y es cuando el rey Saúl le da sus
ropas, a David y le puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de
coraza. (1 Samuel 17.38). David al
principio se pone todo aquello e intenta caminar con esas cosas, pero que nunca
en su vida había usado, solo para darse cuenta que era imposible andar con la
armadura de Saúl.
El versículo inmediato, (vs-40), dice que David echó de sí aquellas cosas Y
tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso
en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se
fue hacia el filisteo. Es decir, David
dejó las herramientas de Saúl y tomó las herramientas de pastor que Dios le
había dado y que le había enseñado a usar a lo largo del tiempo que estuvo
trabajando como pastor, y que no se avergonzó de ello.
No intentemos ser quien no somos. Dios nos ha puesto en el
lugar en el que estamos y nos ha
capacitado para el trabajo más correcto, donde somos más productivos en la obra
de Dios. Si quisiera a otro más espiritual, más erudito, o alguien más próspero
o más capaz, seguro habría llamado a aquella persona en lugar de llamarte a ti
o a mí.
No nos avergonzamos de ser como somos, ni queramos dar una
imagen irreal de nuestra vida. Mostrémonos al mundo tal como somos, sin
filtros, sin retoques, dice las Sagradas Escrituras, que Dios escogió lo necio
del mundo, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios,
para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios.
(1 Corintios 1.17-28).
Un corazón honesto, sincero, un corazón que confía en Dios,
en su sabiduría y en su fidelidad, aprende a ser como es cada uno en la
realidad, y a estar contento en cualquier situación. Pablo estaba contento
porque pudo ver la vida desde la perspectiva de Dios. Se concentró en lo que se
suponía que debía hacer, no en lo que sintió que debía tener (Filipenses 4.12).
No permitamos que el mundo nos intoxique con sus ofertas de
gloria y reconocimiento, busquemos la gloria de Dios y seamos agradecidos de
ser como somos sin apariencias, porque en las manos de Dios podemos ser un
instrumento que Dios use para su gloria
y honra.
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