En este pasaje de Mateo. (7.15-20) Jesús no solo se está
refiriendo a falsos predicadores que proclaman un evangelio falso, sino ante
todo falso profesante de la fe en Cristo. Son personas que supuestamente saben
que Jesús era una persona histórica, e incluso creen algunos hechos acerca de
lo que El hizo, pero no están implicados personalmente con Él, o no han experimentado
una relación personal de amor.
Su naturaleza interna no ha cambiado (Mateo 15.8),
simplemente visten el disfraz externo de ovejas, (Mateo 7.15). Son personas que
pueden haber sido fieles a su iglesia, a su pastor, personas que hicieron obras
poderosas y hasta profetizaron en su nombre, sin embargo, van a ser
descalificados para entrar en el cielo (Mateo 7.21-23)
¿Cómo detectamos a estos falsos creyentes? Jesús no da la fórmula:
……..Por sus frutos los conoceréis (Mateo 7.20).
¿De qué fruto estaba
hablando Cristo?
(1) El fruto del Espíritu (Gálatas 5.22–23)
(2) El fruto de los labios, el testimonio y alabanza a Dios
(Hebreos 13.15)
(3) De vivir una vida
santa (Romanos 6.22)
(4) Buenas obras (Colosenses 1.10)
Jesús nos decía que en esto se glorifica Dios en que
llevemos mucho fruto, y así seremos unos verdaderos discípulos, (Juan 15.8)
Muchas veces pensamos que estamos en el verdadero camino, en
la debida relación con Dios, al igual que Pablo les invito a los corintios a
examinar su fe, (2Corintios 13.5), nosotros debemos someternos a un control espiritual, para conocer como esta
nuestra vida espiritual, si estamos dando frutos para la gloria de Dios, sino
es así, debemos esforzarnos, por un genuino arrepentimiento (Mateo 3.8), por
una verdadera relación (Juan 15.4-5), debemos dar frutos espirituales que
evidencien un cambio radical en nuestra vida. Sólo así podremos deducir si
somos cristianos verdaderos o impostores. Si no estamos dando frutos concretos
para crecer más cerca de Dios, estamos alejándonos de Él.
Seamos cristianos verdaderos,
y así, que nunca podamos experimentar las palabras más aterrorizantes que
cualquier cristiano pueda escuchar de nuestro Señor Jesucristo:
“Apartaos de mí,
Nunca os conocí” (Mateo 7.23).
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