En la vida existen leyes, leyes naturales, leyes civiles, y
también leyes espirituales. Algunas de ellas son inquebrantables y otras pueden
quebrantarse.
Un ejemplo de una ley natural inquebrantable es la ley de la
gravedad, que dice, que todo lo que sube tiende a bajar y que todo cuerpo o
masa tiene un peso, y tiende a ir hacia abajo.
Esta ley es inquebrantable, ya
que no importa si la respetamos o no, creamos en ella o no, siempre se cumple. Entonces si yo decido subirme a un edificio y tirarme, seguro caeré,
no importa si lo crea o no, si lo respete o no, seguro que caeré.
Las leyes espirituales que Dios estableció para el hombre,
son similares, porque son inquebrantables, y se cumplirán en nuestras
vidas, creamos en ellas o no, las respetemos o no. Una de esas leyes
espirituales cita: “No se engañen ustedes, nadie puede burlarse de Dios. Lo que
se siembra, se cosecha”. [1]
Ciertamente sería sorprendente si nosotros plantáramos
naranjas y brotaran limones, pero eso no puede ser, porque esto es una ley,
tanto espiritual como física, que uno cosecha lo que siembra. Si uno habla
mal de los hermanos de la iglesia, al
final los pierde. Si eres mal educado
con tus vecinos, ninguno hablara contigo. Si yo me pillo con una puerta, no puedo
esperar que no me duela. Si yo hablo mal de alguien voy a sufrir las
consecuencias. Si yo no trabajo y no administro mi dinero, obviamente
tendré escasez y pobreza. Si yo no amo a mis hermanos, ni hago bien a
nadie, seguro que nadie hará lo mismo conmigo. Cada acción tiene sus
resultados.
La siembra y la cosecha son leyes universales de la
naturaleza, porque Dios así las estableció. Estas leyes funcionan en todas las
cosas. Lo que se siembra es en definitiva lo que se cosecha.
Entonces preguntémonos: ¿Qué estoy yo realmente sembrando cada
día en mi vida? Puede que esté cosechando más semillas negativas debido a mi
pésima actitud, mi negatividad, mi desesperación y mis palabras negativas o de
crítica.
Pues, hoy es un buen día para empezar a pedirle al Señor que
te ayude a ser sensible y a poner cuidado a lo que estás sembrando en cada
momento de nuestra vida, porque recuerda: LO QUE SIEMBRES ESO RECOGERÁS.
[1].- (Gálatas 6.7)
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