Este lunes pasado ha habido una nueva matanza en las inmediaciones del
mando de Operaciones de la Armada de EE UU en Washington, en la que, por el momento se han contabilizado 13 muertes, que engrosa una
larga lista de masacres en Estados Unidos. Este suceso es el quinto tiroteo
masivo en el país en lo que va de año. En las últimas dos décadas se han
contabilizado más de 62 tragedias similares, con un balance de más de 80
víctimas mortales distribuidas a lo largo de 30 Estados. 25 de estos tiroteos
masivos se han producido a partir de 2006, sólo el año pasado tuvieron lugar
siete. [1]
Esta nueva masacre reaviva el debate en Estados Unidos entre
los que defienden la posesión y el uso de las armas de fuego y quienes, como el Presidente Obama, exigen un mayor
control en la venta y posesión de armas, aunque en mi modesta opinión la
solución no está en la legalización o la no legalización de las armas.
Amigos creo sinceramente que, se pueden fundir todas las armas del mundo, pero mientras en el corazón del hombre este el deseo de hacer el mal, nacerán nuevas armas que hagan daño. La paz en la humanidad no se produce por la destrucción masiva de la armas sino con un cambio de motivación y pensamiento, y para esto necesitamos cambiar nuestro corazón, y solo Dios puede cambiar nuestro corazón.
La Biblia nos enseña que de nuestro corazón nace los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y hacen al hombre malo. [2]
Amigos creo sinceramente que, se pueden fundir todas las armas del mundo, pero mientras en el corazón del hombre este el deseo de hacer el mal, nacerán nuevas armas que hagan daño. La paz en la humanidad no se produce por la destrucción masiva de la armas sino con un cambio de motivación y pensamiento, y para esto necesitamos cambiar nuestro corazón, y solo Dios puede cambiar nuestro corazón.
La Biblia nos enseña que de nuestro corazón nace los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y hacen al hombre malo. [2]
Cuantas veces la sociedad ha intentado cambiar al hombre. Gran parte se ha dado cuenta que el hombre no funciona bien, que el hombre tiende al mal, y ha buscado formas de lidiar con la conducta del hombre, y cuando no ha podido entonces ha tratado de legalizar la conducta del hombre. El pecado de la homosexualidad es aceptado como conducta alterna. El adulterio es aceptado como "aventuras", el rencor es tratado como una condición emocional, etc. Los pecado que todavía son considerados más graves como el homicidio y los robos son tratados de remediar de una forma u otra, pero hasta ahora, el hombre no ha podido cambiar al hombre pues el único que puede cambiar el hombre es Dios.
El hombre necesita más que rehabilitación, necesita
regeneración. El hombre no necesita una
simple rehabilitación de su conducta "externa", el hombre necesita
una transformación "interna" total que cambien sus acciones externas.
La sociedad y sus planes nunca nos podrá cambiar, la sociedad nunca podrá obligarnos
a obedecer sus leyes, nunca podremos tener vida en nuestra alma si usted no
deja que Cristo cambie su corazón.
El Rey David supo que nada que él hiciera podría cambiar su corazón, sus deseos, su carnalidad, pues él tenía una lucha fuerte con el pecado, y fue entonces cuando acudió a Dios y le pidió ayuda para que El enderezara y renovara su corazón “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. [3]
El Rey David supo que nada que él hiciera podría cambiar su corazón, sus deseos, su carnalidad, pues él tenía una lucha fuerte con el pecado, y fue entonces cuando acudió a Dios y le pidió ayuda para que El enderezara y renovara su corazón “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. [3]
Al igual que David, debemos pedir a Dios que nos limpie
desde adentro, que nos limpie el corazón y el espíritu para tener pensamientos
y deseos nuevos. La buena conducta solo proviene de un corazón y un espíritu
limpio.
[1].- Fuente El País.
[2].- Marcos 7.21-23.
[3].- Salmo 51.10.
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