27 mayo 2022

Si es sí y no es no

Esta semana se ha conmovido medio mundo, pero no ha sido por ninguna catástrofe natural, ni ninguna guerra nueva, ni ha habido ningún atentado, ni tan siquiera el atentado en Texas contra un colegio. El mundo se ha conmovido porque el jugador de futbol del Paris Saint Germain, Kylian Mbappé que al parecer había dado su palabra al Real Madrid para fichar por este club, y que el último día el fichaje dio un giro inesperado y el jugador decidió quedarse en Paris. Como siempre las RRSS y televisiones del mundo se han hecho eco de todo este acontecimiento, poniendo al jugador de traidor, de que no tiene palabra, de que es un gran deportista, pero como persona deja mucho que desear, de que ha faltado a su palabra. Como parece ser había un compromiso por parte del jugador de que ficharía por el club de la capital de España, pero los dueños del PSG, los emires de Catar, y hasta el mismísimo presidente de la República francesa presionaron al jugador para que se quedara en Paris y de esa forma Kylian rompió esa promesa que había dado al club de la capital española.

Durante muchos siglos la palabra de un hombre o de una mujer era muy valiosa. Durante muchos siglos las personas vendían, se daban en casamiento, negociaban, se asociaban y en todo lo que hacían estaba su palabra de por medio. Su palabra, era más valiosa y más firme que cualquier documento. Con sólo comprometerse verbalmente a hacer algo, la palabra dada, esto era, la promesa, el compromiso verbal para hacer algo era suficiente. Una persona que cumplía su palabra era considerada una persona íntegra, cabal y recta.

Asimismo hay muchos cristianos que con su boca se comprometen, y le dicen al Señor: Sí, te acepto en mi corazón, sí, te voy a servir, sí, te pertenezco, y tantas otras cosas. Pero que en la mayoría de los casos fallamos aludiendo excusas que lo único que hacen es delatarnos como cristianos inmaduros. La Palabra de Dios nos enseña que debemos actuar bajo este precepto “que nuestro si sea si y nuestro no sea no” (Mateo 5.37).

En la Biblia, un voto es una promesa solemne que le hacemos a Dios. Puede consistir en un compromiso de hacer algo, ofrecer algún regalo, realizar algún servicio o abstenerse de ciertas cosas. Las promesas se hacen por voluntad propia. Ahora bien, Dios los considera sagrados y de obligado cumplimiento, pues tienen la fuerza de un juramento por el que se promete hacer o dejar de hacer alguna cosa. (Deuteronomio 23.21).

Jefté era un líder valiente. Él era un soldado aguerrido, era una persona que buscaba a Dios de todo su corazón. El hizo un voto (promesa) a Dios y la cumplió, siendo un magnífico ejemplo para los hombres y mujeres que en la actualidad deciden hacer promesas a Dios o a cualquier persona. Jefté fue fiel a la promesa que le había hecho a Jehová cuando salió a pelear contra los amonitas, que aterrorizaban al pueblo de Dios (1). Deseaba intensamente la victoria y por eso hizo la promesa de que si Dios le daba la victoria la primera persona que saliese por la puerta de su casa la entregaría al Señor. Y que ocurrió que Jefté cuando regresó victorioso a su hogar, su querida hija fue la primera persona que salió y esta llego a ser del Señor, tal como había prometido Jefté, con todas las implicaciones que traía el cumplimiento de esta promesa. ¿Qué implicó eso para esta familia? Cumplir la promesa implicaba que la hija de Jefté serviría a Jehová todo el tiempo en el santuario. ¿Se había precipitado Jefté? No, porque es posible que supiera que ella podía ser la que saliera de la casa a su encuentro. Aun así, aquello implicaba un gran sacrificio para los dos, y eso los angustiaba mucho. Cuando Jefté la vio, rasgó sus prendas de vestir y dijo que sentía un gran dolor. Entonces ella le pidió: “Déjame llorar mi virginidad”. ¿Por qué? Jefté no tenía ningún otro hijo y ella, su única hija, no se casaría nunca ni le daría nietos.  No habría nadie que conservara el nombre y la herencia de la familia. Pero eso no era lo que más les preocupaba. Jefté dijo: “He abierto mi boca a Jehová, y no puedo volverme atrás”. Su hija le contestó que hiciera lo que había prometido (2). A estas personas leales no les pasó por la cabeza romper su compromiso con el Señor.

Hermanos debemos ser responsables con nuestras promesas. La responsabilidad es una moneda que tiene dos caras: El cumplir correctamente y debidamente y asumir mi responsabilidad por mis pensamientos y actos, así como también las consecuencias. La mayoría de la gente tiene problemas en las dos caras; prometen y no cumplen y cuando se equivocan no quieren pagar o arreglar las consecuencias. Necesitamos practicar y enseñar que somos responsables ante Dios para vivir correctamente en obediencia a la palabra y cuando nos equivoquemos somos responsables de resolver la situación de mejor manera.

El cristiano no debe ser una persona de conveniencia a la oportunidad sino de cumplir su palabra. Mi palabra debe valer, ser una garantía aun cuando me cueste cumplirla. Para eso debemos pensar antes de hablar lo que Jesús nos dijo: "que nuestro si sea si y nuestro no sea no"(Mateo 5.37).

[1] Jueces 10.7-9

[2] Jueces 11.35-39)

 

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