11 marzo 2022

Las otras guerras

Leer, ver u oír las noticias en estos días es muy duro y horrible, me entristece cuando veo todo el sufrimiento innecesario de tantas personas en una guerra sin sentido. Una vez más, el mundo está siendo sacudido. Ni siquiera nos hemos recuperado de la pandemia del covid-19, cuando nos han llegado las noticias de esta guerra donde infinidad de personas solicitan ayuda para huir del miedo, del desastre, de la muerte, de la destrucción y del colapso económico. Es impactante, preocupante, agotador y me provoca ira, pero por otro lado no quiero mirar hacia otro sitio.

No quiero apartar la mirada ni mis pensamientos porque me importa. No los conozco personalmente, pero hay personas reales que sufren cosas terribles en este momento, y las consecuencias de esta guerra están comenzando a extenderse y a causar más y más dificultades para más y más personas, en todo el mundo. ¿Cómo podría no importarme eso?

Pero tengo que tener cuidado. Las noticias sobre esta guerra pueden ser ruidosas, serias y exigentes, pero estas no son las únicas noticias a las que debo prestar atención. Hay historias mucho más tranquilas y no tan trágicas que se desarrollan a mi alrededor en mi propia comunidad, en mi propia iglesia, incluso en mi propia familia, y las personas en estas historias son igualmente preciosas a los ojos de Dios, y Dios me puso aquí con ellos donde puedo involucrarme profundamente en sus historias.

Y precisamente este jueves pasado me he encontrado con una historia de una persona. Este muchacho se encontraba pidiendo a la puerta de un Híper, y no pude pasar de largo sin preocuparme de su estado. Normalmente estas personas están pidiendo dinero, este joven también pero para poder comprar a su bebé leche y pañales. Gracias a Dios que en la iglesia tenemos leche para bebés y quedamos que este fin de semana le facilitaríamos los pañales. Me puse a ello y me encontré que a la puerta donde llamaba todos los pañales estaba apartados para los niños de la guerra. Y no es que me parezca mal, ni mucho menos, esos bebés lo necesitan. Pero hermanos yo también tengo mi “guerra” quizás no igual ni tan siquiera parecida, pero tengo que tener cuidado, podría convertirme en un experto en los intrincados detalles de los desarrollos globales y, al mismo tiempo, perder el contacto con las realidades de lo que sucede en las vidas de las personas que viven frente a mí. Podría estar orando por las necesidades de las comunidades en todo el mundo (lo cual es bueno, y hago), y al mismo tiempo olvidar o ignorar las necesidades de la comunidad en la que vivo físicamente. Podría dar para el alivio de los extraños en verdadera necesidad, y ni siquiera me doy cuenta de las necesidades reales (aunque menos dramáticas) de mis propios amigos y vecinos. Podría mantener mi cabeza en los titulares de prensa y televisión, y ni siquiera ver a la gente a mi lado.

Este es el mundo en el que Dios me puso, y hay personas y situaciones aquí mismo con las que puedo ayudar, tal vez de formas en las que nadie más puede hacerlo. No quiero tener mi cabeza tan atrapada en los titulares que deje de poder escuchar las noticias de mis vecinos, consolar a mis amigos o apoyar a mi comunidad. Dios me puso a mí, y a mi cabeza, justo aquí, y lo hizo por una razón.

P.D. Al final gracias a Dios entre unos hermanos de la iglesia le hemos comprado los pañales que necesitaba. 

 

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