13 abril 2020

Cuando nuestra vida es zarandeada


En la Biblia encontramos muchos ejemplos de hombres y mujeres con las cuales nos sentimos identificamos. Pero hay un ejemplo que está repleto de matices humanos que nos identifican grandemente con uno de esos hombres, este es El apóstol Pedro. Impetuoso, líder, emprendedor y valiente se sentía el hombre ideal para ponerse al frente del movimiento más trascendental de toda la historia como lo fue y sigue siendo el cristianismo.


Pero precisaba aprender que para ser usado por Dios se necesita más humildad que capacidad. Y Dios usó justamente situaciones de crisis para forjar en él el hombre que quería. Fue en uno de sus tantos momentos de dificultad que negó al Señor para enfrentarse con ese verdadero Pedro. (Lucas 22.54-62). Entonces, horrorizado con su perfil traicionero, avergonzado por lo vil de su pecado, pasó toda la noche llorando amargamente. (Lucas 22.62).
De esas lágrimas surgió un nuevo hombre a la manera de Dios. Su Maestro se lo había advertido: “Simón, Satanás te ha pedido para zarandearte como a un trigo, pero no temas pues yo he rogado por ti para que tu fe no falte. Y tú, cuando estés recuperado, pastorearás a tus hermanos”. (Lucas 22.31-32).

Mientras no vivamos situaciones que pongan a prueba nuestra vida probablemente tendremos una idea errada de nuestra verdadera condición espiritual. No solamente nos convenceremos de la existencia de realidades que no son, sino que tampoco seremos conscientes de la verdadera naturaleza de nuestras debilidades. La crisis es lo que le pone fin al engaño de nuestras percepciones porque en medio de las crisis nos vemos tal cual somos.

Hoy en día estamos viviendo una situación que está poniéndonos a prueba nuestra vida cristiana. El ser humano, nunca estuvo tan vulnerable como en este tiempo. Las amenazas biológicas, sociales, políticas, financieras  y naturales están descubriendo en nuestra vida que somos más débiles de lo que pensábamos. Hoy nos sentimos zarandeados y probados como trigo, pero en vez de quejarnos, de criticar, de buscar culpables, levantemos nuestra mirada al cielo y dejemos que Dios nos tome de la mano. Nuestro carácter se está forjando, hay cosas malas en nuestra vida que aún permanecen ocultas y deben ser expuestas y cambiadas por el Señor.

La zaranda justamente hace eso, deja en evidencia las impurezas y lo que queda es limpio. Y eso es lo que Dios está haciendo en nuestra vida, quitarnos nuestras impurezas y forzarnos en esos hombres y mujeres que ÉL necesita para su obra.

No estamos a merced del diablo, Dios controla nuestra vida y nada de lo que suceda está ajeno a su voluntad. Él sabe, Él siente, Él suple.

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