11 enero 2020

Quien de veras te ama, confrontara tu pecado


Conocí a una señora ya entrada en años que vestía como una adolescente, no es que fuera algo malo, pero si llamaba mucho la atención sus minifaldas, sus pantalones ceñidos de cuero y sus blusas súper-escotadas, (personalmente creo que era una mala elección sin importar la edad) Yo que debía acompañarla por motivos laborables me daba cuenta de su falsa moda, y de los rumores que levantaba allí donde fuéramos. Todos, su familia, sus amigos, sabíamos que tenía un problema. Hablamos sobre eso entre nosotros. Pero nunca llegamos a abordar el problema con ella.


Por supuesto, que la forma en que nos vestimos generalmente no es tan importante. Si nuestro atuendo no es de la última moda o nuestra camisa es demasiado grande, ¿a quién le importa?
Pero, ¿qué pasa con las cosas que realmente importan? ¿Qué pasa cuando ves a un amigo haciendo algo que no solo es vergonzoso, sino que está mal?

A nadie le gusta que le digan que ha cometido un error o que ha fracasado. A nadie le es plato de buen gusto tener que escuchar de otros lo mal que hemos hecho algo o lo equivocado de nuestras decisiones. Por regla general, el ser humano no desea ser reconvenido, regañado o acusado, ni siquiera aunque las personas que lo hacen lo hagan con razón. Pero la palabra de Dios es muy clara a este respecto: “Vale más reprender con franqueza que amar en secreto.  Más se puede confiar en el amigo que hiere que en el enemigo que besa” (Proverbio 27.5-6)

Un buen amigo, un amigo de verdad, alguien que te aprecia que te tiene en estima no permanecerá impasible viéndote participar en un comportamiento pecaminoso, y mucho menos compartir tu comportamiento. La persona que hace eso no es nuestro amigo, sino un enemigo de nuestra alma. Tal vez sea el miedo a no querer perder la amistad, y nos justificamos diciendo, quienes somos nosotros para juzgarle. Sea lo que sea,  Dios nos llama  para que nos preocupemos más por el alma de nuestro hermano que por su consuelo. Podemos amar, abrazar a nuestros "amigos" hasta la muerte pasando por alto su pecado, y solo será para nuestra vergüenza y su destrucción. Aprendamos la exhortación que nos hace el escritor de hebreos: “Antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado”. (Hebreos 3.13)

Elige a los amigos que te amarán lo suficiente como para ser sinceros y honestos contigo cuando te caigas. Si no lo hacemos y no rodeamos de personas que pasan de largo nuestros pecados, o peor aún, que comparten los mismos pecados que nosotros, estamos cavando su propia tumba y la nuestra. (Ezequiel 3.20)

Jesús era amigo de los pecadores, pero en los Evangelios nunca se ve que Jesús pasara por alto el pecado de ellos. La gente se sintió atraída por Jesús no porque hizo la vista gorda ante sus iniquidades, sino porque les trajo gracia y perdón. Rodéate de amigos que no temen herirte confrontando tu falta, pero (y esto es igualmente importante) que saben consolarte con el evangelio del amor de Dios. Oremos para que Dios no solo nos dé este tipo de amigos, sino que también nosotros nos convirtamos en uno de ellos.



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