24 agosto 2019

Las palabras no se las lleva el viento


Hay un dicho que dice que las palabras se las lleva el viento, pero ¡NO!, el viento no se lleva las palabras, están dejan huella, tienen poder e influyen positiva o negativamente. Tenemos que tener mucho cuidado con las palabras que salen de nuestra boca, porque las palabras tienen el poder de crear, de destruir, de ayudar o de animar, La palabra es lo más poderoso que tenemos para expresarnos, y muchas veces lo hacemos mal.


Con nuestras palabras podemos mover ejércitos, hacer el bien y también causar la destrucción, Porque las palabras tienen vida, son capaces de bendecir o maldecir, de edificar o derribar, de animar o abatir, de transmitir vida o muerte, de perdonar o condenar, de empujar al éxito o al fracaso, de aceptar o rechazar... el mejor ejemplo lo podemos en una amistad o una relación, comienzan conversando y por cualquier palabra que podamos decir fuera de lugar puede terminar dicha relación.

Lo que sueñas, lo que sientes y lo que realmente eres, todo se manifiesta a través de la palabra. La palabra es la herramienta más poderosa que poseemos como seres humanos, Con ella puedes crear el más bello sueño o puedes destruirlo todo a tu alrededor.
¿Cómo hablamos a los demás? ¿Qué les transmiten nuestras palabras?
¿Qué me digo a mí mismo? ¿Hacia dónde me conduce mi dialogo interno?
Jesús dijo: “Yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás condenado” [Mateo 12.36-37]

Todos necesitamos palabras de aliento, de reconocimiento, gente que valore lo que hacemos, lo que somos. Por eso, antes de proferir cualquier palabra debemos ser conscientes del poder que éstas tienen en la vida de los demás y en la propia.
Muchas veces hablamos por hablar y no consideramos que podemos estar marcando a alguien de por vida, que en lugar de sacarlo del pozo en el que se encuentra le estamos echando tierra, que anulamos el potencial que puede tener y, de esa forma, evitamos que cumpla el propósito con el cual fue creado.

Lo peor es que no sólo lo hacemos con otras personas, sino con nosotros mismos. Cometemos un error y nos vamos auto descalificando, somos muy duros con las auto-críticas. No perdonamos nuestros errores y olvidamos que estamos en proceso de formación para el propósito para el cual fuimos creados.

Debemos cuidar nuestros pensamientos porque si quererlo se convierte en palabras y debemos cuidar nuestras palabras, porque ellas marcan nuestro destino y el destino de los demás. Pensemos las cosas antes de hablar, no debemos decir ni una palabra cuando estemos airados o resentidos, porque nuestras palabras pueden dañar, debemos estar calmados y hablar solo cuando estemos en paz. Así como una cometa se puede recoger después de echarla a volar, nuestras  palabras jamás se podrán recoger una vez que han salido de nuestra boca. De nosotros depende si las palabras las usamos para bien o para mal, tanto para ti como para los demás. Cuidemos nuestras palabras, recuérdalo siempre, nuestras palabras tienen poder, y muchas veces las utilizamos para mal.
(Este artículo fue publicado anteriormente en Julio del 2015).

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