15 junio 2019

El ejemplo es mejor que mil palabras.


Esta semana escribía en las redes sociales sobre la fe. Lo importante y necesario que es la fe en los momentos de incertidumbre en nuestra vida. Pero muchas veces no entendemos muy bien que es la fe, porque algunas cosas son más fáciles de demostrar que definir, y esto lo podemos aplicar a la fe. De sobra sabemos que en Hebreos 11.1-3, la Palabra de Dios dice que la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antigüos. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Tenemos una descripción adecuada de la fe, pero para conocer la profundidad de la fe, las Sagradas Escrituras nos presentan algunos ejemplos inspirados, que nos van a enseñar la mejor manera en que Dios define la fe.

Entonces consideremos algunos ejemplos de fe para entender mejor su definición.

La fe de Noé.

Dios instruyó a este hombre a construir una embarcación que pudiera albergar a su familia y una pareja de cada animal que vivía en la tierra, como también todo alimento para sustentar a su familia y los animales por un año completo (Génesis 6.14-21). Noé construyó el arca siguiendo de manera exacta el diseño de Dios (vs. 22). En respuesta a la fe de Noé, Dios lo salvó y a su familia cuando pereció todo ser viviente sobre la faz de la tierra (Génesis 7.22-23). Noé no fue un hombre perfecto (Génesis 9.18-29), pero fue un hombre fiel, que caminaba con  Dios (Génesis 6.9).

La fe de Abraham.

El patriarca hebreo tenía 75 años cuando Dios le mandó dejar a su parentela para que viviera como extranjero por el resto de su vida en una tierra que llegaría a ser de sus descendientes después de varias generaciones. Él enfrentó hambruna, guerra y la pérdida de seres queridos; y cuando Dios finalmente le dio un hijo, le mandó sacrificarlo en un monte, lo cual Dios detuvo cuando vio la fe de Abraham. Abraham obedeció consistentemente los mandamientos de Dios, incluso cuando no sabía dónde estaba yendo o la razón de los mandamientos divinos. En respuesta, Dios hizo de este hombre el padre de muchas naciones, y dio Canaán como herencia a sus descendientes. Abraham no careció de errores, pero Dios consideró su fe como justicia (Romanos 4.22); y a él siempre se lo conocerá como el “amigo de Dios” (Santiago 2.23).

Y por último la fe de Moisés.

Cuando este hombre tuvo 80 años, Dios le dijo que dejara su vida pacífica de pastor en Madián para presentarse ante Faraón y demandar que liberara a más de un millón de esclavos. Luego debía guiar a ese pueblo desde Egipto y a través de una región desértica hasta un monte que humeaba. Tenía que ascender a tal monte para recibir la Ley de Dios, la cual el pueblo no guardaría. Moisés no solamente cumplió estas instrucciones, sino también terminó guiando al pueblo rebelde en el desierto por los últimos 40 años de su vida. Dios bendijo a Moisés por su fidelidad, y permitió que lo último que viera fuera la tierra que había preparado para su pueblo. Moisés le creyó a Dios y Egipto fue testigo del poder del Verdadero Dios en la liberación del pueblo de la cautividad. 

Hay muchas razones expuestas en las Sagradas Escrituras para confiar en Dios. Sin embargo, no solamente hay razones, sino que nos exhorta, con ejemplos vivos, a seguir hacia adelante en la fe. Ejemplos de personas que vivieron en diferentes lugares y diferentes circunstancias pero que tenían un denominador común: la fe en el Dios Verdadero que se había revelado a sus vidas. Esa fe es nuestro estímulo para seguir hacia adelante teniendo nuestra mirada puesta en las promesas de Dios y en la ciudad celestial que Él nos tiene preparado.

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