02 marzo 2019

El genio de la lámpara


En mi última visita al centro de Internamiento de Extranjeros, un interno me desafió a que le explicara  cómo es que se puede confiar en la Biblia cuando está llena de promesas que obviamente no se cumplen. Él se refirió al pasaje de Mateo 7.7, donde Cristo nos dice que hará lo que pidamos, puesto que era evidente que muchos cristianos pedían cosas en nombre de Jesús y no se cumplían. Enseguida me di cuenta de que la pregunta tenía su trampa, pero no por eso deje de contestarle, y hacerle comprender que Dios no es el genio de la lámpara.


Me imagino que todos sabéis y conocéis la historia del genio de la lámpara, pues en una de las más famosas historias de la cultura occidental de “Las mil y una noches”. Es una historia, donde un muchacho llamado Aladino poseía una lámpara de aceite que encerraba a un genio benefactor que salía de ella con sólo frotarla, y era capaz de cumplir los deseos de quien la poseyera por desproporcionados o increíbles que pareciese: Por ejemplo levantar un palacio de la nada, de modo que si el deseo se pide en la noche, el palacio ya estará listo por la mañana. Y eso más o menos es lo que quería este muchacho.

Pero no solo este muchacho, dentro del pueblo de Dios hay muchos cristianos que actúan como Aladinos modernos, creyendo ciegamente que las palabras de nuestro Señor Jesús en el Evangelio de Mateo son una receta mágica para que podamos complacer cualquier deseo de nuestro corazón.  ¿Qué nos pasa cuando creemos que Dios debe concedernos todo lo que le pidamos, y no lo concede? Que nos desanimamos, nos deprimimos y dejamos de confiar en Dios. Contrario a algunas interpretaciones estas promesas no son un cheque en blanco para que cualquier persona cuando tenga una necesidad, cualquiera que sea esta lo presente a Dios. Las sagradas Escrituras nos enseñan algunas cosas respecto a este tema:

Primero, la promesa es válida solo para creyentes. A lo largo de las promesas del Sermón del Monte Jesús se dirige a creyentes. Jesús entrega este sermón a sus discípulos (5.1-2), mientras la multitud escucha.

Segundo, aquel que reclama esta promesa debe estar viviendo en obediencia a Dios. Juan aclara: “Cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de Él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de Él” (1 Juan 3.22).

Tercero, nuestro motivo al pedir debe ser correcto. Santiago explica: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (Santiago 4.3). Dios no está obligado a responder peticiones egoístas y carnales de sus hijos.

Como cristianos tenemos la certeza de que Dios escucha nuestras peticiones, Él puede hacer absolutamente todo lo que le pedimos, y también Él sabe lo que es mejor para nosotros,  pero Él no está sujeto a nuestra voluntad como el genio de la lámpara, más bien, nosotros deberíamos estar sujetos a su voluntad y confiar en que sus respuestas a nuestras peticiones son siempre: buenas, agradables y perfectas.

Creo con todo mi corazón en el poder de la oración, y confío en la veracidad de las palabras “pedid y se os dará”, pero también sé que mis peticiones  tienen que estar de acuerdo a la  voluntad de Dios para mi vida y entender de una vez, que la respuesta de Dios (cualquiera que esta sea), es lo mejor que Dios pudo darnos a nuestras vidas.

Quizás te haya desanimado con este post. Que se hayan esfumado tu sueños de un auto nuevo, un nuevo trabajo mejor remunerado, el viaje de tus sueños, el esposo o esposa que “te mereces”… Pero permítete animarte a que quizás estás viendo la oración de una manera que te está robando la majestuosidad de su propósito y tu lugar en un plan más grande que el mayor de tus deseos.Tenemos acceso al Dios hacedor del mundo, Él escucha nuestra oración, y aunque no siempre me da lo que le pido, siempre me da lo que necesito, y al someterme a sus propósitos, puedo notar que lo que Él me da es lo que más importante que mi alma anhela.
           
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/▌ .  Muuuuchaaaaaassss  Beeeeeeedicioneeeeeesssss
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