06 diciembre 2015

Iglesias o centros de diversión

Siempre he sido un firme defensor de la creatividad para llevar el Evangelio a más personas. Creo que es bueno adoptar ciertos métodos para evangelizar más efectivamente a ciertos sectores, aprovechando las ventajas que el mundo moderno ofrece,  internet, redes sociales, etc. Pero hay cosas que están llegando demasiado lejos. 


Me refiero a iglesias y pastores que están introduciendo actividades que no están muy de acuerdo con el propósito de una verdadera iglesia. Ahora están de moda las iglesias teatro, las iglesias conciertos, las iglesias negocios, las iglesias discotecas, las iglesias cines, las iglesias con danza aérea acrobática, y un sin número de pastores-comediantes que organizan cultos más atractivos para  atraer a más feligreses.

Pero lo más preocupante e indignante es ver como la Iglesia de Cristo está siendo devorada por un gran deterioro espiritual, y las personas asisten a las iglesias dirigidas por pastores que ya no saben que espectáculos del mundo van a adoptar para entretener, a los incautos cristianos del verdadero evangelio de Jesús. Evangelio que debiera ser de confrontación con el pecado para producir una vida nueva, el cual nos dice que rompamos con las costumbres mundanas para vivir los principios del Reino.

Esta es la situación de la iglesia cristiana evangélica actual. Una iglesia en la que los números cuentan prioritariamente, pero no la calidad espiritual, la expansión de la cristiandad se dio y se seguirá dando a costa de la pureza del Evangelio del Reino de Dios.
Hoy, proliferan los “profetas” que pregonan que las iglesias están disfrutando de un gran avivamiento espiritual,  pero por lo que discernimos y nuestros ojos ven, admitimos más bien que la Iglesia se encuentra en una desastrosa mundanalidad. ¿Qué vamos hacer los cristianos que por la gracia y misericordia de Dios percibimos esta lamentable situación?

Muchos dicen que no debemos señalar estos errores y desviaciones doctrinales porque es “falta de amor”, pero es todo lo contrario, la falta de amor consistiría en permitir el engaño y la mentira. Todas las personas son responsables, en forma individual, ante Dios, pero los cristianos tenemos la responsabilidad especial de hablar a los que se alejan de la verdadera enseñanza. Si no lo hacemos, Él nos hará responsables por lo que ocurra en la vida de ellos. (Ezequiel 3.18-19)


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