10 mayo 2015

Estancamiento

El otro día oía hablar a un joven empresario, desanimado, agobiado y cansado. Sus quejas se relacionaban con el estancamiento que se encuentra España y su economía. Por la calle no se nota ningún cambio. Basta  con caminar un poco, y te das cuenta que  el ambiente es el mismo de los últimos tiempos, aunque resulte imposible medirlo. No hay expectativas ni alegría a la hora de comprar o gastar. Se compra lo imprescindible y cada vez se cierran más comercios, y aunque las declaraciones de los miembros del Gobierno se empeñan en reiterar que lo peor ha pasado, la realidad es que pienso que  España está estancada.


Cuando hablamos de estancamiento nos referimos a la detención o suspensión de alguna cosa, en este caso de la economía.

Todo esto me recordaba que nosotros como cristianos muchas veces nos sentimos que estamos estancados, esa sensación de sentir que no avanzas que siempre estás en el mismo sitio o que las cosas que antes hacías para el Señor con alegría ahora o no las haces o lo haces como una obligación.
Una o quizás la más importante razón del estancamiento es la falta de no dedicarle tiempo al cultivo del conocimiento de Dios.
Hablo de esos momentos en donde el orar ya no es un motivo de necesidad, en donde el leer la Biblia se te hace hasta pesado o en donde cada vez que tienes que congregarte es una lucha, y siempre encontramos un pretexto para no hacerlo. Esos momentos en los que has pensado hasta abandonar porque lo que haces no tiene sentido, y todo porque nos sentimos estancados, o sea que estamos detenidos en nuestra relación con Dios.

Hay una historia en la Biblia en la cual Moisés dirigiéndose a Israel les dice: «Cuando estábamos en Horeb, el Señor nuestro Dios nos ordenó: “Ustedes han permanecido ya demasiado tiempo en este monte. Pónganse en marcha y diríjanse a la región montañosa… Yo les he entregado esta tierra; ¡adelante, tomen posesión de ella!” El Señor juró que se la daría a los antepasados de ustedes…» [1]
Al leer este pasaje bíblico, podemos entender que el Monte Horeb no era el sitio de la bendición del pueblo hebreo, estaban muy bien ahí, pero se encontraba estancados y Dios les había prometido una tierra especial, como a ti y a mí, y como casi siempre tenemos dos opciones o seguimos con la misma mecánica de que estoy bien para que me voy a mover o nos movemos y tomamos la tierra Prometida que Dios ya había puesto delante de ellos, lo que tenían que hacer era ponerse en marcha y tomar posesión de ella.
Avanzaremos en nuestra vida cristiana a medida que desarrollemos un conocimiento de Dios y tal experiencia requiere una vida entera de devoción a dicha tarea y la inversión de considerables periodos de tiempo en cultivar la intimidad con Dios. Se puede conocer a Dios únicamente cuando nos dedicamos y consagramos nuestro tiempo a Él.

Muchas veces nos conformamos con leer cuatro letras y un versículo de un devocional, o algo por el estilo que revela y delata nuestra actitud, en cuanto a  nuestra relación con Dios.  El cristiano que está satisfecho con darle a Dios su «minuto» y a pasar «un momento con Jesús» es el mismo que suele quejarse sollozando por su retardo en su desarrollo espiritual y rogándole a su pastor que le muestre el camino para salir de su estancamiento.
Si tu hoy te sientes estancado es porque seguramente has dejado de buscar a Dios como antes lo hacías, quizá lo buscas, pero tu corazón no tiene la misma disposición que antes tenía. Quizá estés cansado, cargado, agobiado y todas estas cosas te tienen estancado en tu relación con Dios, pero recuerda cuando Jesús nos dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. [2] Entonces que estas preocupaciones no sean un obstáculo  para pararnos y estancarnos.

Tenemos que hacer un alto en nuestra vida, dejar a un lado la rutina que hemos estado llevando; examinar que es lo que hemos dejado de hacer y qué es lo que estamos haciendo que nos está alejando de esa comunión que deberíamos tener con el Señor.
¿Has dejado de orar?, entonces comienza a tener nuevamente ese habito de oración, ¿Dejaste de leer la Biblia?, entonces es hora de desempolvarla y comenzar a alimentarte nuevamente de la palabra de Dios, ¿Dejaste de servir en aquel Ministerio que Dios te dio y que era tu pasión?, entonces ve y sirve nuevamente, ¿Dejaste de congregarte?, qué esperas para ir nuevamente.

Mil distracciones nos querrán seducir para apartar nuestros pensamientos de Dios y estancarnos en nuestro caminar, pero si actuamos con sabiduría, las reprenderemos con severidad y le daremos lugar y morada al Rey e invertiremos tiempo en atenderlo como nuestro huésped. Es posible que seamos negligentes en algunas áreas de nuestra vida espiritual sin sufrir gran pérdida, pero serlo en la comunión con Dios es: primero ofender a Dios, y por supuesto quedarnos estancados, parados en nuestro crecimiento.

[1].- Deuteronomio 1.6-8

[2].- Mateo 11.28

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