14 julio 2013

"Reconciliaos con Dios"

Me he encontrado esta semana con un buen amigo y hermano en la fe, aunque como bien me decía  lleva mucho tiempo “separado”. Este hermano fue un gran hombre de fe, y durante muchos años trabajo incansablemente en la obra de Dios, pero debido a ciertas circunstancias, dejo de congregarse y se fue enfriando, hasta el punto de no tener ninguna relación, ni con Dios ni con los hermanos. 

 Le invite a que asistiera de nuevo a la iglesia, le comentaba que no importaba lo que había hecho, que todos fallamos, pero que si nos acercamos con un corazón sincero y honesto delante de Dios, El nos va a perdonar. El problema no es Dios, el problema es la iglesia, los hermanos, me comentaba, ellos son los que no olvidan, los que no perdonan, si has fallado ya no eres igual.
 Todos los hombres usados por Dios, alguna vez, también fallaron y se vieron hundidos en su propio fracaso. Esa es la experiencia del propio David, quien huyendo de Saúl, lleno de pavor y descontrol, dejando una seguidilla de consecuencias por causa de su falta de fe en aquel que le dio la victoria frente al gigante filisteo, llega derrotado a una cueva, [1]  y si impórtales su pasado lo acogieron y lo restauraron.

Esta cueva donde acogen a David no se parece a nada a las iglesias de hoy en día, en donde todo se ha vuelto tan sofisticado y lleno de vanidad, en donde se mira la clase económica y el nivel académico. Hasta parece que se solicita el currículo vitae como entrada.
Tal vez hemos olvidado por completo que la iglesia se compone de hombres y mujeres pecadores llenos de defectos y de necesidades.
El Señor Jesucristo vino al mundo a salvar a los pecadores. El comió con publícanos, compartió su mensaje con rameras y borrachos, recibió a hombres fracasados y tristes, y los condujo a sendas de verdad y de justicia

La iglesia fundada por Cristo, debe tener aquel sello restaurador. Que recibe aquello que está roto, eso que no sirve, que no importa o que está destinado al vertedero. Eso es lo que éramos todos nosotros sin Cristo, éramos menos que nada, pero en medio de esa ruina espiritual; muertos en delitos y pecados, el Santo Espíritu de Dios nos condujo a esa bendita cueva de restauración, en la cual fuimos levantados y capacitados para servir a Dios.

La iglesia no es una institución para los ángeles. Es el refugio y el oasis al cual cientos de fracasados y amargados hemos llegado para recibir restauración mediante el perdón de pecados que Cristo ofrece gratuitamente.
Y es que lo más importante en la vida es lo que Dios piensa de  ti o de mí, y no lo que otros o yo mismo pueda creer. Nosotros vemos todo desde nuestro punto de vista humano, pero Dios mira el corazón.

Y es que Dios no te ve como tú te vez o como los demás te ven, su visión para tu vida es más amplia de lo que el ojo humano puede querer observar, para Dios eres todo lo contrario de lo que la mala critica puede decir o pensar de ti. Por tal razón es hora de levantarse, es hora de comprender que no somos unos derrotados, que esto que hemos vivido, solo nos servirá de experiencia para llevar a cabo la misión que Dios ha de encomendarnos.

NO TE IMPORTE LO QUE LOS DEMÁS DIGAN DE TI, SINO LO QUE DIOS PIENSE DE TI.


1].- 1 Samuel 22.1-2

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