13 diciembre 2009

¿Hay comunión la luz con las tinieblas?

¿Todo es valido para el Reino de los Cielos?, como cristiano, ¿qué me está permitido hacer y que no?

En 2º Corintios, Pablo amonesta a los creyentes a no establecer vínculos con los incrédulos, porque podrían debilitar su entrega a Cristo, así como su integridad o sus normas. El apóstol quería que los creyentes estuvieran activos en su testimonio por Cristo entre los incrédulos sin necesidad de comprometer nuestra fe mediante ataduras personales o comerciales. Los creyentes deberíamos evitar situaciones que motiven la división de nuestra lealtad al Evangelio.

Los hombres del mundo ignoran todo esto y no les importa en lo más mínimo. Pueden procurar realizar programas, pero son programas sin Cristo. Pueden promover mejoras en la vida del prójimo, pero se trata de mejoras sin Cristo. Quieren hacer progresos de todo tipo, pero Jesús no es su punto de partida ni el objeto de su progreso. ¿Cómo, pues, un cristiano podría colocarse bajo el yugo con ellos? Ellos quieren trabajar sin Cristo, el mismo a quien el cristiano debe todo. Si alguien viene y me dice: «Necesitamos tu colaboración para distribuir ropas y alimentos a los pobres, para fundar escuelas y hospitales, para proveer a la alimentación y la educación de los mas necesitados; pero le avisamos que según un principio fundamental de la sociedad, que se formó para tal objetivo, el nombre de Cristo no debe pronunciarse, puesto que ello daría lugar a controversias, y nuestros objetivos no son en absoluto religioso, sino exclusivamente altruistas; por tanto, el nombre de Jesucristo debe ser excluido de todas nuestras reuniones públicas. Nos reunimos como hombres para una obra de caridad, por lo que, incrédulos, ateos, católicos romanos y toda clase de gentes pueden unirse alegremente bajo el mismo yugo con el objeto de poner en marcha la gloriosa máquina altruista.» ¿Cuál debería ser mi respuesta a tal demanda? El hecho es que, uno que ama verdaderamente al Señor Jesús, y quisiera dar respuesta a un "negocio" tan horroroso, se quedaría sin palabras. ¿¡Qué!? ¿Hacer bien a los hombres con la exclusión de Cristo? y dejar de lado a Jesucristo que vivió y murió, y que vive eternamente para mí, entonces ¡afuera con su altruismo!,

Pedro pudo decir al hombre cojo en el Templo de la Hermosa: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo, levántate y anda”

(Hechos 3:6).

Pedro sano a un hombre cojo por el poder del nombre de Jesús, pero ¿qué habría dicho si alguien le hubiera propuesto unirse a una sociedad para asistir a los inválidos, con la condición de dejar totalmente de lado el nombre de Jesucristo? Podemos, imaginar sin grandes esfuerzos, lo que Pedro habría contestado. Habría rechazado con toda su alma semejante pensamiento. Él sanó al inválido solamente con el fin de exaltar el nombre de Jesús, de manifestar todo el poder, la excelencia y la gloria de ese nombre a los ojos de los hombres; pero el objeto del altruismo del mundo es justamente lo contrario; ya que excluye a Cristo de sus consejos, comités y programas.

Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.

(2 Corintios 6.17-18; 7.1)

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