Regresaba del hospital y en el aparcamiento me encontré con un gorrilla, (persona que te facilita aparcamiento a cambio de unas monedas), me parecía muy mayor, pero en realidad era joven. Su aspecto es de mucha dejadez y de estar enfermo, le pregunté: “¿Cómo estás?”. Me senté a su lado y me dijo: “si uds. supiera, estoy condenado por mi propia enfermedad, sé que no tengo salida, muchas veces pienso en tomar la decisión de que mi corazón deje de latir, me imagino mil formas para acertar, y cuando creo que ya lo tengo decidido pienso, ¿si hubiera alguien que me pudiera ayudar?, estoy cansado, si alguien me pudiera ofrecer una buena solución que pudiera cambiar de vida.
Enseguida me salió mi instinto de evangelista, amigo Dios puede cambiar tu vida, el Señor te da una oportunidad y tienes que aprovecharla al máximo, Dios no es indiferente ante tus problemas y dolencias, El es un Dios cercano, haz el intento dile que tienes miedo, reconoce tu debilidad y recuérdale que solo no puedes hacerlo.
No sé si habré conseguido algo, le deje la dirección de la iglesia, pensando que algún día le pueda ver entrando por la puerta. Cuando regresaba al coche pensé que difícil es que la gente reconozca lo débil que somos para salir solos de las situaciones difíciles, pero de una cosa estaba convencido:
de que si yo no le hubiera hablado, habrían hablado las piedras.
Foto: Carlos Marquez
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