Como cada martes me acerco hasta el Centro de Internamientos
de Extranjeros en Madrid donde como capellán realizo la Asistencia Religiosa
Evangélica a los hombres y mujeres que se encuentra allí retenidos por una
falta administrativa, en espera de una deportación o bien, si trascurre dos
meses sin ninguna notificación son puestos en libertad. En estas dos horas que
estamos con ellos compartimos experiencias, problemas cotidianos, problemas de
la familia, pero sobre todo compartimos del Evangelio, de las Buenas Noticias
que es verdaderamente lo que necesitan oír “Buenas Noticias” y esa buena
noticia es que Dios está con ellos y que puede cambiar su vida pase lo que
pase, sean deportados o sean puestos en libertad.
Este último martes fue un día muy duro varios de estos
muchachos se encontraban con una deportación inmediata a su país de origen con
todos los problemas que ello conlleva, pero no por eso dejamos de alabar y orar
al Señor con tanta fuerza que llamamos la atención de la seguridad del centro.
Me vino al corazón la historia de Pablo y Silas cuando estos
fueron encarcelados en la cárcel de Filipos, dice que estos cantaban himnos al
Señor y los presos los oían. Pablo y Silas no tenían ni idea de que un terremoto
venia esa noche y que ellos iban a ser puestos en libertad. Ellos no estaban
cantando porque iban a ser libres, ellos estaban cantando porque la prisión en
realidad no les importaba, ellos eran prisioneros de Jesucristo y eso era todo
lo que importaba.
Y lo especial de este día fue que estos muchachos no cantaban ni oraban
porque iban a ser puestos en libertad o porque su deportación iba a ser anulada,
cantaban y oraban porque amaban a Dios, porque Dios estaba con ellos.
Fue una reunión muy especial, esos muchachos aunque
retenidos en una celda física con paredes y muros y a espera de ser deportados
a sus países, no se encontraban presos, derrochaban libertad, sus palabra eran de
confianza de agradecimiento al Señor, sabían que solo Dios podía anular esa
deportación.
El terremoto no siempre llega, pero Dios estaba con ellos,
las puerta no podían abrirse pero la presencia intima de Dios en Jesucristo les
hacía sentirse libres.
Pero ese día El Señor mando un “Terremoto” en forma de aviso
por megafonía y tres de esos muchachos que allí se encontraban cantando y
orando fueron llamados urgente a la dirección del Centro donde les dieron la
noticia de que su deportación había sido anulada por el Juez.
A muchos de los allí presentes, Cruz roja, funcionarios e
internos les costaba entender todo aquello, querían encontrarle la lógica a lo
que allí había ocurrido, pero no se trataba de buscar ni encontrar, se trataba
de que Dios había obrado en las vidas de estos muchachos, y como Pablo y Silas
que fueron puestos en libertad, estos muchachos al día siguientes también
fueron puestos en libertad.
No sé si veré mas a estos muchachos, no sé cuál será su
futuro, pero una cosa tengo clara y es que ellos siguen proclamando que la
verdadera libertad está en Cristo Jesús. (Juan 8.32).
A ÉL sea toda la Gloria y Honra.
Esteban Moreno
Capellán Evangélico del Cie.
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