Es imposible saber el número de decisiones que tomamos a
diario. Algunas son tan sencillas como que pantalón, jersey o vestido nos
ponemos hoy, y otras mucho más transcendentales como, que carrera voy a estudiar, si acepto este u
otro trabajo o si me voy a vivir a una u otra ciudad. Sean más sencillas o más
complicadas cada día debemos tomar decisiones, y tenemos que ser muy sabios
porque algunas no tendrán transcendencia, pero otras si, y muy importante,
porque pueden marcarnos nuestro futuro.
Este último fin de semana lo pasamos junto a otra familia en
el campo, y como cada mañana salgo a pasear con mi perro por los alrededores pero
tenía una pega, no sabía muy bien que camino escoger, no conocía la zona y una
mala decisión me podía llevar a consecuencias complicadas. Nadie tiene la
intención de tomar una mala decisión. Pero algunas veces, nuestras decisiones
no salen como esperábamos. ¿Cuántas veces hemos dicho: “Si yo hubiera sabido en
ese momento lo que sé ahora”?
Dios dirigiéndose a su pueblo de Israel les dijo: “Mira, yo
he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal” (Deuteronomio
30.15). Este es un pensamiento sorprendente. Al principio, podríamos rechazar
este concepto para evitar reconocer que nuestras más cuidadosas y más
razonables decisiones nos seguirán llevando hacia la muerte. Pero si esta
escritura es cierta, entonces hay algo muy importante que debemos aprender a la
hora de tomar decisiones. ¿Existe una mejor forma de hacerlo? Pero, si hay un
camino que lleva a la muerte, entonces, ¿hay un camino que lleva a la vida? Y,
si hay un camino que lleva a la vida, ¿cómo podemos alcanzarlo?
Como cada ruta que nos encontramos en la naturaleza está
marcada con señales y signos para que no podamos perdernos. Nosotros tenemos
una guía que nos señala el camino a seguir para alcanzar la vida. Esta guía es
la Palabra de Dios, y en el libro de proverbios nos anima a dejar a un lado el
razonamiento humano y aplicar las instrucciones de Dios: “Reconócelo en todos
tus caminos, Y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; Teme
a Jehová, y apártate del mal; Porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio
para tus huesos.” (Proverbios 3.6-8).
Estas escrituras dejan muy claro que la decisión más básica
e importante que podemos tomar en la vida, es buscar la instrucción y
corrección de Dios. Cuando tomamos esa decisión, podemos establecer una base
sólida sobre la cual podemos construir nuestra vida.
Ser sabio y tener entendimiento son claves fundamentales
para tomar las mejores decisiones en nuestra vida. Proverbios 3.13-14 dice: “Bienaventurado
el hombre que halla la sabiduría, Y que obtiene la inteligencia; Porque su
ganancia es mejor que la ganancia de la plata, Y sus frutos más que el oro
fino.”. Una persona con sabiduría demuestra habilidades para tomar decisiones
prácticas. La palabra “entendimiento” significa tener visión y percepción.
Las personas se vuelven millonarias tomando decisiones
financieras sólidas. “Dinero y poder” representan una manera de medir logros,
pero la prosperidad física no garantiza la felicidad o el verdadero éxito. Este
pasaje dice que existe un tesoro más valioso que cualquier cosa física. La
sabiduría y el entendimiento que Dios da a la persona le producen una visión y
una percepción que le hace tomar decisiones correctas en la vida.
La conclusión es, que cuando seguimos el camino de Dios en
lugar de seguir el nuestro, vamos a estar en una posición ideal para tomar
decisiones significativas que van a repercutir en toda nuestra vida.
Pero la decisión es nuestra, cuando, Dios instó a su pueblo
Israel para que tomara la decisión más importante de la vida, concluyo con este
pensamiento: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra
vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la
maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deuteronomio
30.19).
Dios pone delante de nosotros dos caminos, el camino de la
vida y el camino de la muerte. ¿Cuál vamos a elegir?
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