He estado leyendo estos días sobre la bronca que hubo en un
programa del corazón en la televisión
entre el presentador del programa y una colaboradora. Bronca que vino derivada
de una discusión sobre "política" y la situación de algunas familias por la
pandemia del covid-19. Sin entrar a valorar quien tiene la razón y quien no la
tiene, porque primeramente no conozco el tema tan ampliamente como para dar una
opinión y si así lo hiciese estaría llevando la contraria al título de este
post. Porque si algo tengo muy en cuenta, es que cuando hablo, opino o discuto
tengo en cuenta que se trate de temas que domino, pues sería por mi parte muy
irrespetuoso meterme en conversaciones que desconozco.
Porque este es el grave problema que hoy existe y que suele
ocurrir muy a menudo. Hay personas en los medios de comunicación que se siente
con autoridad para hablar de cualquier tema sepan o no sepan del tema a tratar. También suele pasar en las
redes sociales, donde hay muchas personas que dan su opinión o consejo con
demasiada audacia, amplitud e ignorancia.
Pasarse de “listo” de cosas que desconocemos es cosa
arriesgada. Cuando uno trata temas o desarrolla labores que controla a la
perfección, no hay problema. La cosa cambia en el momento en el que te lanzas a
la piscina sin saber si hay agua. «Zapatero, a tus zapatos», se les suele decir
a los que se meten en terrenos ajenos a su especialidad.
El autor romano Plinio el Viejo nos dice que, como parte de
la búsqueda incesante de la perfección de Apelles, pintor de la Grecia antigüa exhibía
sus pinturas terminadas en un balcón y luego se escondía para poder escuchar
los comentarios de los que pasaban. Él creía que las críticas podrían señalar fallas que había
pasado por alto y de esa manera generar sugerencias valiosas para mejorar sus
pinturas. Así las cosas, según cuenta la historia, en una ocasión en la que
Apeles saco sus cuadros a la calle, un zapatero se acercó a él. Al parecer las
sandalias que el pintor había puesto no eran del gusto del zapatero. Aceptando
de buen grado la crítica, Apeles decidía modificar este elemento de uno de sus
cuadros. Hasta ahí todo bien. Un tiempo después, con la modificación del diseño
de las sandalias ya realizado, Apeles volvía a exhibir su cuadro en la plaza.
El zapatero de la anterior ocasión volvía a cercarse a él, criticando otros
elementos del cuadro. Ante tales comentarios, Apeles decidía poner fin a los
excesos del zapatero.
¿Por qué?
El zapatero fue más allá de lo que él conocía. Él ofreció consejos y opiniones más allá de
su esfera, de su conocimiento. La sugerencia de Apelles era que el zapatero
debería seguir con su área de especialización y no presumir de ser un experto
en todo. Un poco de éxito en un área no le dio el derecho de hablar en ninguna
o todas las demás áreas.
El zapatero demostró ser un tonto, ya que habló con valentía
sobre un tema para el que no tenía experiencia. Hizo alarde de su locura al
hablar con autoridad cuando no tenía autoridad real. Habló más allá del zapato.
Hay en día pasa mucho de todo esto, nos metemos en discusiones
de temas que desconocemos, que no entendemos, hablamos y aconsejamos y
debatimos sobre política, deportes, sobre la Biblia, de oídas sin mucho conocimientos. Sería muy bueno por
nuestra parte no meternos en conversaciones ajenas, ya
que puede ser que nos pase como al zapatero que nos digan “Zapatero a tus
zapatos”.
Todos haríamos bien en recordar que la verdadera sabiduría
no solo es conocer bien el tema, sino también conocer las limitaciones de nuestro
conocimiento. No somos sabios hasta que sepamos lo que sabemos y lo que no
sabemos. La sabiduría a menudo se expresa mejor en silencio que las palabras.
El
sabio Salomón nos recuerda: “Hasta el tonto pasa por sabio si se calla y
mantiene la calma” (Proverbios 17.28).
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